• CIU renuncia a la independencia pero no al romanticismo secesionista.
  • Mientras, Madrid ya "pasa" del reto catalán y, además, prepara la posible intervención de la comunidad Autónoma catalana en caso de que no cumpla sus compromisos.
  • El acuerdo PP-CIU sigue pendiente de la misma exigencia de Moncloa: romper con ERC y decir 'basta'.
  • Y hasta el diario La Vanguardia se dispone a virar. Por de pronto, arremete contra Oriol Pujol.
  • En la calle, por contra, el ambiente no ha cambiado: musicales de chufla al Rey de España con gran éxito.

Así titulaba el diario La Vanguardia su portada del miércoles 20 (ver imagen): "Oriol Pujol delega sus cargos al ser imputado por la ITV". Así, delega, no dimite, que es lo que pretendían vender los Pujol y el nacionalismo catalán: una postura de máxima honradez política: me imputan y dimito de mi cargo.

Sí, ciertamente, pero es que, como advirtiera Hispanidad en su anterior edición, Oriol Pujol, el radical del independentismo convergente, dimitió al ser imputado, pero de sus cargos como secretario general de CIU, no del cargo donde más cobra, como diputado del Parlament. La Vanguardia afina más: no dimite, no abandona, 'delega', y de forma transitoria, sus cargos. Delega en sus amigos 'of course'.

Y es que el diario del Conde Godó está virando. Se había convertido en un boletín secesionista y ahora que llega el reflujo se reacomoda. Presiente que la aventura independentista se va a freír espárragos.

Y el ambiente en este punto es bastante general. Llevaba un par de meses sin acudir a Barcelona, donde viajo con frecuencia. Y cuando llego me encuentro con los rumores aludidos al menos en tres ocasiones, a la reunión que este fin de semana convocara el president Artur Mas (en la imagen) con sus colaboradores y donde les dijo que Cataluña está en bancarrota. La culpa la sigue teniendo Madrid, ciertamente, pero Mas ya no parecía retador y bravucón sino sencillamente deprimido: el peligro de una intervención por parte del Estado central en el caso de que Cataluña no cumpla sus compromisos ya no es ninguna quimera.

Mientras, en Madrid empiezan a "pasar" del problema catalán, el Gobierno Rajoy se sabe ganador y ya no se mueve de sus condiciones para llegar a un acuerdo fiscal que, además, serviría para pasado mañana, pero no para hoy: que CIU rompa con ERC y que diga basta, que manifiesta sentirse a gusto en España en un marco económico similar a los de Euskadi o Navarra.

Además, Moncloa sabe que Europa está de su lado y el propio David Cameron, el espejo de Mas, ha dejado claro que si los escoceses consiguen la independencia se quedarán fuera de Europa y tendrán que solicitar el reingreso (que Reino Unido vetaría, naturalmente). Igual ocurre con Cataluña.

Y ahí entra en vigor el romanticismo nacionalista. No les basta, están en la ruina pero prefieren mantener que -como me decía uno de los más importantes empresarios catalanes- estamos en Europa, no hace falta identificarse con España.

Por contra, el ambiente en la calle sigue siendo independentista. Al menos, en los que controlan la calle y en los medios informativos más amarillos. Hay un actor de segunda fila que está haciendo su agosto con un musical-farsa de la Familia Real, con su Alteza Serenísima, Corinna, en papel estelar. Es el sino de quien no quiere pagar en los peajes de las autopistas, una especie de empresario del 15-M que ha encontrado su mina de oro.

Pero los musicales se van y la carestía se queda. Mas puede toparse con problemas hasta para pagar las nóminas de los funcionarios. Sabe que Cataluña está en bancarrota y a estas alturas consuela poco echarle la culpa a España. Al menos consuela poco a los catalanes.

Miriam Prat

miriam@hispanidad.com