Tenía que ser judío. Los hebreos son demasiado inteligentes como para engañarse a sí mismos. El presidente israelí, Simón Peres, laborista, estuvo en Madrid e Hispanidad le preguntó sobre los orígenes de las revueltas en el mundo islámico Su respuesta fue sinceramente judía: No lo sé. Eso sí, añadió que estábamos ante un nuevo fenómeno: la revolución Facebook. Es una manera de hablar. Más lógico sería llamarle la revolución Internet. Las ciudades libias están llenas de antenas parabólicas, esto es lo que acabará con Gadafi y con cualquier otra autocracia islámica.
Ahora bien, el problema no es que caigan los tiranos sino quien va a sustituirles. En la sociedad de la información no impera la conspiración de unos pocos que mueven a muchos sino que el líder es quien sabe ponerse al frente del consenso creado de las bases, a través de Internet. Por eso, el presidente israelí no teme a los agónicos líderes musulmanes sino a sus sustitutos, porque no sabe quién se impondrá tras la caída del viejo régimen. Es una nuevo tipo de revolución y ahora se ve que puede ser una revolución violenta. Ha bastado que todos los inventos electrónicos (ordenadores y móviles, principalmente) operen en red para que el inamovible mundo islámico se disgregue. Y así es: Occidente no debe temer a Gadafi, que ya es un cadáver, a quien debe temer es a sus sustitutos que no por invocar libertad tiene por qué ser amantes de esa libertad. Los anarquistas nunca soñaron con que su modelo pudiera hacerse realidad a través del progreso tecnológico -el único progreso que existe-.
Pues bien, arde el Islam por la anarquía que siembra la Red, la posibilidad de comunicarse, que no es otra cosa que la posibilidad de ver lo que ocurre más allá de tu tejado o más allá de tu continente. Es bueno que la WWW derribe tiranías pero me gustaría saber hacia dónde. El mejor termómetro será, sin duda, el respeto a la libertad religiosa, clave del resto de las libertades.
Un detalle: lo único que preocupa al Gobierno chino, la mayor tiranía del planeta, es Internet.
Alfredo, el Rasputín borde o ZP no se marcha. La última rueda de prensa de Alfredo Pérez Rubalcaba viernes 25- como portavoz del Gobierno batió todos los records de grosería. En una rueda de prensa se niega a responder a las preguntas de los periodistas, prefiere comparecer sólo aunque los asuntos aprobados no sean de su competencia, miente cuando le viene en gana, insulta cuando le apetece y, en resumen, está haciendo buena, muy buena, a la anterior portavoz, la vicepresidenta Teresa Fernández de la Vega. Rasputín Rubalcaba se ha convertido en Rasputín el borde.
La razón: ha perdido la carrera. Ya se sentía presidente pensando que tras, la visita de Angela Merkel, ZP dimitiría, tal y como había prometido a los felipistas. Pero ZP es tan mentiroso como rencoroso y tras el plácet de la emperatriz europea, el presidente no sólo está dispuesto a enfrentarse a los felipistas, es decir, a Rubalcaba, sino incluso a Carme Chacón, que ha asomado la patita antes de tiempo. Ahora mismo, lo que pretende ZP es simplemente quedarse en Moncloa. El presidente es un personaje de psicología tan simple que contempla cada crítica, aunque venga de los propios como una señal inequívoca de incapacidad o de aversión por parte del criticado. Su cabreo del pasado miércoles con el líder de la oposición, Mariano Rajoy, sobre política económica resulta sintomático. En efecto, da igual que su política económica haya provocado más de un 20% de paro mientras el resto de Europa está en el 9,7%, tras haber sufrido la misma crisis que España. ZP está convencido de que su gestión ha sido un éxito y que todos aquellos que le critican es porque sienten envidia de su cargo sus compañeros socialistas- o ambición por sucederle la oposición-. Y el hecho de que ambas cosas sean verdad no justifica que la crítica sobre el desastre de su gestión también lo sea.
Esto es lo que diferencia a ZP de Felipe González: los dos podían hacer barbaridades y mantener el mismo norte político. O sea, los que carecen de principios sólidos y consideran que la política es ganar o perder. Ahora bien, además de que González comprende los movimientos sociales mientras que Zapatero se deja arrastrar por ellos con el único objetivo de mantenerse en La Moncloa, la mayor capacidad de González le hacía propenso al cambio: a ZP nadie le hará cambiar jamás. Si cree que puede presentarse a un tercer mandato, no lo duden: lo hará, aunque después de él venga el diluvio y podría venir, porque asusta pensar el país que puede dejar el Zapaterismo.
Irlanda e Islandia, un mismo modelo económico con dos soluciones. Los irlandeses han echado al Gobierno de Irlanda: no le perdonan el rescate, es decir, la ayuda de la Unión Europea, que no ayuda a los irlandeses, sino a sí mismos.
Veamos, los dos países decidieron 15 años atrás lo mismo: subir los sueldos de sus trabajadores y bajar impuestos para captar inversiones. Lo cual fue magnífico sólo que cometieron un error: el ritmo. Demasiado rápido, se endeudaron hasta las cejas para conseguir su propósito. Los islandeses cayeron enseguida pero como no recibieron ninguna ayuda dejaron quebrar a sus bancos, se ajustaron el cinturón y ahora Islandia tiene un PIB positivo. Los irlandeses, como leales miembros de la UE, decidieron seguir endeudándose con el patrocinio UE que aún se endeudaron más.
Moraleja: hay que elevar el nivel de vida de los ciudadanos y hay que hacerlo al ritmo debido, sin endeudarse más de lo debido. Moraleja segunda: sino obstante te endeudas, no acudas al rescate sino la quiebra y volver a empezar.
El síndrome Telefónica. Telefónica ha obtenido un dividendo récord en 2010. Sí, España no funciona y lo que marcha bien es el exterior, especialmente Iberoamérica.
Esta es la nota dominante de la casi totalidad de las empresas españolas en 2010 (las cotizadas tienen como límite hasta el 28 de febrero para presentar resultados): todas huyen de España. El problema es que las pequeñas empresas, las más importantes, las que crean puestos de trabajo y las más competitivas son las que están sufriendo la crisis, entre otras cosas porque no pueden irse de España ni pueden exportar. Hoy lo que prima en el tejido industrial es el tamaño, no la eficiencia.
Al mismo tiempo, la gran empresa española está siendo colonizada. Cayó Endesa, cayó el sector alimenticio, cayó Cepsa, Aúna, cayó Agbar y puede caer Repsol. El nacionalismo económico no consiste en el orgu1llo de poseer multinacionales sino en la necesidad de mantener las decisiones de inversión es decir, de creación de puestos de trabajo, en el país. Por eso, alemanes, francés, o italianos son nacionalistas. Los españoles somos los más tontos de la clase.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com