Al final, los notables de Europa firmaron el texto constitucional y se disponen a hacer comulgar con ruedas de molino a 450 millones de europeos, más quemados que escépticos y más euroescépticos que emocionados.
Naturalmente, que por algo en la Unión Europea (UE) mandan Alemania y Francia, y el texto es obra de Giscard dEstaing, no se alude a los principios cristianos de Europa, y sí a unos principios de padre desconocido, pero que tienen algo que ver con la Ilustración o algo parecido.
Una Constitución lacia, oiga, como laico es el siglo XXI. No estamos en el XIX, donde la sociedad estaba formada por curas y monjas y los niños nacían por generación espontánea, sino en la post-modernidad. Por esa razón, todos firmaron en Roma bajo la atenta mirada de Inocencio X. Para mí que el escenario elegido (por cierto, los pobres muchachos de El País y El Mundo se vieron obligados a recortar la foto de forma asaz arriesgada para el resultado final, todo por censurar al buen Inocencio X, fallecido en el año 1655) fue obra de algún cachondo, de Buttiglione, sin ir más lejos, porque lo de Inocencio X, oiga, no tiene pase.
Y ahí tienen a los Schröeder, Chirac, Berlusconi, Zapatero, Blair y compañía firmando bajo la atenta mirada de Inocencio X. Y es que uno puede querer descristianizar Europa, pero querer no es poder. Eso sí, como el hombre es el único animal que tropieza constantemente en todas las piedras, la firma de Roma ha repetido la hazaña de Westfalia. En nombre de las libertades, nos cargamos la libertad individual. Pero, en nombre del espíritu laico, acabamos con la libertad religiosa y, a la postre, con la libertad de pensamiento. En Westfalia se engendraron los futuros odios europeos que llevaron a las dos guerras mundiales y en Roma se consuma lo que el Apocalipsis (ese librito tan leído últimamente) llama la Apostasía de las Naciones, con esos delicados paralelismos que tantos hermeneutas están empeñados en resaltar entre las naciones de Europa, hacedores del mundo, y las doce tribus de Israel.
¡Qué más da! El futuro es un niño en las rodillas de los dioses. Aunque, joé, podíamos aprender algo del pasado.
Eulogio López