No lo digo yo, lo dice Benedicto XVI durante un encuentro en el Vaticano presidido por el español Antonio Cañizares.

La adoración al Santísimo Sacramento es una de las claves del cristianismo futuro. El obispo saliente de Toledo creó en su diócesis dos adoraciones permanentes: en la propia catedral y en Talavera de la reina. Una 'estrategia' tan simple como ésta: exposición permanente del santísimo en la Custodia -Dios no se ha hecho un hueco entre los hombres para esconderse en un sagrario, afirmaba un alma comprometida- 24 horas al día, 365 días por año. Acompañado siempre, claro, como no podía ser de otra forma. Esa es la fuerza de su Eminencia el cardenal Cañizares. La Iglesia en el siglo XXI dependerá de cuatro cosas: lo mucho que se abran las iglesias, lo mucho que se exponga al Santísimo, lo mucho que se confiesen y el número de eucaristías que se celebren. Cuantas más, mejor. ¿O es que alguien pensaba que eran los curas, o los cristianos, los que forjaban el éxito. Los hombres sólo pueden forjar el fracaso; el éxito depende de Dios: apertura, adoración, confesión y comunión.

Frente a las cuatro reglas, el Ejército enemigo emplea, principalmente, la blasfemia y la marginación. Se trata de silenciar lo cristiano y a los cristianos, pero sin descuidar el ataque directo a la blasfemia y sus derivados, profanación, ofensas, etc.

la ley de Libertad religiosa que prepara el Gobierno Zapatero consiste, como todo el mundo sabe, en propiciar cualquier religión y cercenar la libertad de los cristianos, de la misma forma que promulgar la libertad religiosa consiste, en la práctica, en que todo el mundo tiene derecho a hablar sobre cualquier cosa... menos de religión.

Pero esto es lo que hay y a ello debemos atenernos. Veamos. El principal delito contra la libertad religiosa es la blasfemia: ¿cómo se puede asegurar que la ley defiende la libertad religiosa de los cristianos, cuando se permite que el nombre de su Dios, Creador y Padre, sea insultado impunemente? Por ejemplo, en la TV pública y en la TV privada propagandista del Gobierno. De la misma forma que la ley protege a quienes son insultados, y persigue el insultón en nombre del delito de injurias, el Gobierno más laico debería defender a los cristianos de los insultados a Cristo, por delitos de injurias a los creyentes.

Y lo mismo puede decirse de los sacrilegios, cada vez más numerosos, que se perpetran continuamente en nuestros templos. Para un cristiano, más grave que un atentado contra el más artístico de los retablos, es la profanación de un pedacillo de pan sin fermentar, porque los cristianos sabemos que en ese pedazo está el mismísimo Señor de Universo, con su cuerpo, sangre, alma y divinidad. 

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com