Cuando en 1997 Felipe González abandonó la Secretaría General del PSOE, el XXXIV Congreso del partido eligió a Joaquín Almunia como líder. Después llegaron las primarias, Borrell, la bicefalia y los socialistas retomaron el rumbo con un Zapatero al que nadie daba más de un telediario, pero que se encontró con el 11-M. Hoy la crisis ha hecho mella en el seno del partido y los rumores apuntaban a rebeliones internas.
El Economista publicaba el jueves que una operación desde la Fundación Alternativas buscaría cambiar a Zapatero por Almunia al frente del partido en 2012, dando por hecho que el presidente no renovará. Almunia contaría con el apoyo de los barones, de la vieja guardia del felipismo. Era también el sustituto apropiado por sus conocimientos de economía, los mismos que el comisario europeo ha esgrimido para atizar un día sí y otro también a la política económica de ZP.
Pero este viernes, ante el público convocado por Nueva Economía Forum, Almunia ha descartado toda posibilidad. Las explicaciones no han sido profundas: Vivo muy bien en Bruselas y quiero seguir viviendo en Bruselas. Una manera amable de rechazar un plato de no muy buen gusto.
Y para el Gobierno, Almunia está muy bien donde está. Salgado ha recordado este viernes que Zapatero ya señaló en su momento que España consideraba que Almunia era un buen comisario. Así que cuando toque, el tapado de Felipe tiene todas las papeletas para quedarse en la capital comunitaria.