Las compras de acciones a crédito ponen patas arriba al sector eléctrico y constructor
Huída hacia adelante de Carlos March: ahora dice que han hablado con todas las grandes eléctricas europeas (se olvidó de Suez). Mientras, Ignacio Galán obtiene el apoyo de todas las instancias privadas y públicas... con la excepción de quien metió la pata: ZP
Tras las declaraciones del lunes, realizadas por el presidente de EDF, Pierre Gadonneix, que retrasaba la OPA sobre Iberdrola y se daba un lapso de 18 meses, la mañana del martes ha comenzado con las sorprendentes declaraciones de Carlos March, que en calidad de primer ejecutivo de la Corporación Financiera Alba, primer accionista de ACS, ha dicho que estaban hablando con todas las eléctricas europeas: E.ON, EDF, RWE... Curiosamente se le olvidó Suez, con quien Florentino sí habló. Casi parecía un acto de desesperación.
Y es que la OPA de EDF tendrá que esperar. Gadonneix no contaba con la oposición del Partido Popular, del núcleo duro de accionistas, del Bancaja y BBK, de Juan Luis Arregui –primer accionista individual- de los gobiernos valenciano y vasco (por cierto, falta el madrileño de Esperanza Aguirre). Tampoco contaba con la oposición del vicepresidente primero, Pedro Solbes. Una OPA de una empresa estatal francesa resulta tan abracadabrante que el único que ahora no apoya a Galán es... Zapatero. El presidente del Gobierno fue quien metió la pata y dio inicio a esta historia, durante la Cumbre Hispano-Francesa. Por eso tiene que es quedarse callado, y por eso los franceses se niegan a soltar la pieza.
Pero es que, además, las palabras de Carlos March tienen otro sentido. Fue el propio Gobierno ZP quien animó alas constructoras, en los tiempos de vacas flacas, a comprar empresas energéticas. El problema es que lo hicieron a crédito, con las habituales cláusulas de seguridad de los bancos: el aval de las propias acciones. Cuando la cotización del aval se sitúa por debajo de una línea roja pacta de antemano, se produce una amortización anticipada y/o una penalización.
En el caso de ACS como empresa y, ojo, de Florentino Pérez como particular, el problema es doble. Y un poco angustioso. El banco que aprieta es su principal financiador, el BBVA.