Sr. Director:
La vida siempre importa, desde el principio al fin: la del concebido y la del bebé, la del joven y  la del anciano, la del enfermo y la del hombre sano.

Y cuando no importa la vida de todos, está claro que se han invertido los valores y resquebrajado el sentido moral. Ocurre porque, al nasciturus, los que nos gobiernan lo consideran una mercancía y no "uno de nosotros". Se equivocan: creen que si defienden al niño que espera su nacimiento, perderán el poder, y escogen el poder.

Muchos que votamos al partido en el gobierno, creíamos que liquidaría la ley bestial del aborto (matanza, con garantía jurídica, de niños por nacer), contra la que batallaron en la oposición. Pero, en la práctica, se ha adherido a la servil e injusta ley Aído. ¡Un engaño! Esperemos que lo reconsideren y cambien. Si continúan siendo intercambiables, muchos cambiarán el voto y otros muchos se quedarán en casa el día de darlo. Cuando la gente no se va a quedar en casa, es el 22 de noviembre: entonces,  en Madrid, una gran Manifestación con el lema "Cada vida importa. Por la Vida, la Mujer y la Maternidad" (www.cadavidaimporta.es), pondrá sobre el mantel el sentido moral de tantos españoles que consideran que el derecho a la vida es innegociable, el más elemental y fundamental de los derechos humanos. 

Josefa Romo