En la cinta española que nos ocupa, que su directora, María  Ripoll define como una “dramedia”, el suicidio de una joven valenciana reúne a sus amigos de adolescencia (tres chicas y dos chicos) en su pueblo donde reflexionarán sobre su pasado y presente y donde se constata que son un grupo de auténticos perdedores.  

A priori, Nosotros no nos mataremos con pistolas apuntaba a que iba a ser una versión a la española de la válida, Los amigos de Peter (Kenneth Branagh, 1992) , que versaba sobre un grupo de amigos que se reúnen, tras 10 años, en una casa lo que les sirve para meditar sobre cómo les ha afectado el paso del tiempo.

Sin embargo, el principal problema de este film de Ripoll es la ligereza, la frivolidad y la mala descripción de los personajes, de los que apenas sabemos nada; ni al comienzo ni al final de la película, salvo que parecen obsesionados por su vida sentimental y sexual, sobre todo en el caso de los chicos, a los que lo mismo les da “carne que pescado”, todo vale.

Lo que suponemos pretende reflejar la película, además de la crisis laboral permanente que sufren los jóvenes españoles, es relatar cómo pretendían comerse el mundo y el mundo les ha devorado. No se ha cumplido ningún sueño, solo las pesadillas.

El reparto hace lo que puede en este relato olvidable donde, como es característica del cine español, abundan los “tacos” en la mayoría de los diálogos. Con la riqueza que tiene nuestro idioma…

Para: sinceramente lo desconozco.