• Francisco centra el problema y pide a los líderes musulmanes que condenen el extremismo religioso.
  • A los gobiernos de Oriente Próximo les dice que no sean "indiferentes" y que "sin cristianos, esa región está desfigurada y mutilada".
  • El fundamentalismo descarta a los hombres con sus "horribles matanzas" y rechaza "a Dios mismo como mera excusa ideológica".
  • El Pontífice hace una radiografía de los conflictos mundiales ante diplomáticos de 180 países acreditados en la Santa Sede.

El Papa Francisco (en la imagen) ha optado por la claridad y ha centrado el problema de la violencia que se esconde en razones religiosas al deplorar de nuevo la "trágica masacre" de la semana pasada en París contra la revista satírica Charlie Hebdo. El Pontífice ha aprovechado su discurso ante el cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede -que mantiene relaciones con 180 países- para repasar los principales conflictos que asolan el mundo. También ha hablado de las raíces del fundamentalismo religioso y se ha hecho eco de la "injusta agresión que afecta a los cristianos" en Oriente Medio y otras zonas del mundo.

El Papa ha dicho, antes de partir hacia Sri Lanka y Filipinas, que "es necesaria una respuesta unánime en Oriente Próximo que, en el marco del derecho internacional, impida que se propague la violencia, restablezca la concordia y sane las profundas heridas que han provocado los incesantes conflictos".

Al referirse al fundamentalismo religioso, Francisco lo ha denunciado no sólo porque "descarta" a los seres humanos con sus "horribles matanzas", sino porque rechaza "a Dios mismo, relegándolo a una mera excusa ideológica". Por eso ha vuelto a pedir los líderes religiosos, políticos e intelectuales, "especialmente a los musulmanes", que condenen toda interpretación extremista de la religión. No es nuevo. En su viaje a Turquía pidió lo mismo y despertó de la indiferencia a las autoridades religiosas e intelectuales islámicas y encontró gestos históricos como el de la la Universidad egipcia de Al Zahar.

El discurso papal parecía una radiografía de todos los conflictos actuales, semejante a una "una auténtica guerra mundial combatida por partes". Comenzó por la guerra en Ucrania, pero ha pasado pronto a su preocupación por Oriente Medio y la necesidad de una solución que permita vivir en paz a los palestinos y a los israelíes. Y no se ha olvidado de los cristianos y de otras minorías religiosas, como los yazidíes, que son perseguidos en Irak y Siria. Ha pedido, en concreto, a los gobiernos de esa región que no sean "indiferentes" porque "un Oriente Próximo sin cristianos está desfigurado y mutilado".

También se ha referido fundamentalismo religioso en Nigeria, donde los yihadistas de Boko Haram han causado ya centenares de muertos. Se ha referido igualmente a las "dramáticas situaciones" en Libia, República Centroafricana, Sudán del Sur, en el cuerno de África y Congo.

"No podemos olvidar -ha añadido- que las guerras llevan consigo otro horrible crimen: la violación. Se trata de una ofensa gravísima a la dignidad de la mujer, que no sólo es deshonrada en la intimidad de su cuerpo, sino también en su alma, con un trauma que difícilmente desaparecerá". Y se ha referido además al "descarte" por la enfermedad del ébola, que definió como "leprosos de nuestro tiempo".

Paralelamente, como ya hizo en su discurso ante el Parlamento europeo, el Pontífice, ha vuelto a denunciar que "Mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio" y ha pedido a los países europeos, especialmente a Italia, que no cedan "al desaliento que reina debido a crisis económica" y que, según el Papa, "genera desconfianza en todo el mundo".

Se ha referido finalmente a "la plaga cada vez más extendida del desempleo juvenil y del trabajo negro, y el drama de tantos trabajadores, especialmente niños, explotados por codicia". Es el escenario, ha dicho, de lo contrario "a la dignidad humana y es fruto de una mentalidad que pone en el centro el dinero, los beneficios y los intereses económicos en detrimento del hombre".

Rafael Esparza

rafael@hispanidad.com