Lo más aterrador es lo que no se ve. De esa idea partió el director y guionista australiano Leigh Whannel para dar una vuelta de tuerca a “El hombre invisible”, un clásico de H.G. Wells publicado en 1897, que admiraba desde la infancia y del que había visto versiones en televisión y cine. Desde el principio tuvo claro que ese relato se prestaba, y de hecho, necesitaba actualizarse para resultar original. Y su manera de escribirlo en imágenes fue dándole el trasfondo de la violencia doméstica.

Un arranque desasosegante nos presenta a Cecilia, una joven que huye de su esposo, Adrian, y de su fabulosa y solitaria mansión en la costa. Pronto conocemos, por sus confesiones a sus seres más queridos, su hermana y un amigo de su infancia, que no podía aguantar la situación: el control y la dominación que ejercía sobre ella su marido. Tras conocer el suicidio de éste, la viuda pronto manifiesta que no cree que haya muerto, que se ha convertido en invisible y quiere hacerla sufrir.

La violencia doméstica en thrillers de suspense ya se había contemplado en películas como Durmiendo con su enemigo, la trágica  La verdad de Soraya M. o la española Te doy mis ojos, por citar películas relevantes de distinta nacionalidad. La peculiaridad es que, en esta ocasión, se añade un toque fantástico y de terror, para describir a un monstruo que se niega a que su pareja, a la que maltrata, le abandone. La elección de la actriz Elisabeth Moss como protagonista no puede ser más afortunada. Conocida por su participación en famosas series televisivas como “Mad men” o “El cuento de la criada”, su personaje en El Hombre invisible tiene algunas similitudes con el de esta última serie desde el momento que interpreta a una mujer que se niega a seguir dominada.

Whannel maneja bien la tensión, hace empática a su heroína y dirige con pulso escenas que ponen la piel de gallina. Los efectos especiales de la película, correctos, juegan fundamentalmente a dar autenticidad a la invisibilidad gracias a especialistas, mientras otros aspectos aportan su propia personalidad al relato; como la decisión de que todas las secuencias transcurran en escenarios iluminados, tanto en el hospital psiquiátrico como en las dos casas tan diferentes donde discurre la acción: la espectacular pero fría mansión en la costa donde Adrian tiene encerrada a Cecilia  (una verdadera fortaleza) y el chalet, de clase media, cálido y confortable, donde vive el amigo policía y donde se refugia la protagonista.

Para: los que quieran ver una película de suspense-terror-fantasía bastante original.