Durante la última Junta de Accionistas del BBVA, en abril de este año, los empleados le afearon a Carlos Torres la estrategia del banco de los últimos años: la entidad nos ha obligado a digitalizar al cliente y ahora que está digitalizado, nos despiden.

La banca necesita aligerar costes porque su negocio tradicional está herido de muerte por los tipos de interés negativos, y el culpable es el BCE. En este contexto, ¿cómo expandir el negocio en el exterior si no es digitalmente? La internacionalización de los bancos será digital, o no será.

Algunas entidades han optado, incluso, por abandonar físicamente plazas extranjeras después de años de actividad. Por ejemplo, el BBVA en EEUU o, más recientemente, Caixabank en Austria con la venta esta pasada semana del 9,9% que tenía de Erste Bank, por 1.500 millones de euros. Después de 13 años allí, el banco que dirige Gonzalo Gortázar ha dado por finalizada la aventura para centrar sus esfuerzos en España y Portugal.

Porque la expansión internacional de Caixabank no será ni presencial ni digital, a pesar de contar con Imagin Bank, entidad que solo opera online, y con una de las mejores aplicaciones móviles bancarias de Europa. No le interesa abrir nuevos mercados más allá de la Península Ibérica.

Lo más preocupante, sin embargo, es que la estrategia internacional preludia lo que va a suceder con la banca presencial durante los próximos años, en España. Nuestro país sigue teniendo una de las tasas de oficinas por habitante más elevada de la eurozona: 46 oficinas por cada 100.000 habitantes, según datos del Banco de España. La media en la zona Euro es de 20.

Menos sucursales y menos personal para atender a más clientes. Muy lejos queda la tasa de 2008, de 2.959 habitantes por sucursal. Incluso los 5.660 habitantes por oficina -dato de 2020, según la AEB- se quedará desfasado en unos meses, cuando se ejecuten definitivamente los ERE de Caixabank, BBVA, Sabadell y Unicaja. Y los que vengan después, que vendrán.