Todo el pensamiento humano, desde el siglo quinto antes de Cristo, gira alrededor de tres postulados que los griegos, especialmente el amigo Aristóteles, dejaron establecidos hace 2.500 años. A saber:

1.De la nada no sale nada.

2.Todo, la materia, el pensamiento y la moral, viene provocado por algo. Ya saben: lo de causa y efecto.

3.No se puede ser algo y su contrario, ni ser y no ser al mismo tiempo.

Cambio climático: el nuevo asalto del peligroso panteísmo. Ahora, personalizamos a la madre tierra y al clima 

El Nuevo Orden Mundial (NOM) es una filosofía que contradice todo lo anterior. Las mentes mediáticas reconocen al NOM como lo “progresista” o bien lo “políticamente correcto”. Si se rasca un poco más adentro, descubrimos que el NOM es algo peor que una moda: es el pensamiento inverso, la perversión de la filosofía para constituir una cosmovisión única y hortera… y el que se atreva a salir de ella es un ultra o un fascista, según depende.

Y recuerden: el NOM no es una conspiración (aunque pretende serlo) sino un consenso. Que es peor: en la conspiración se reconoce -al menos se busca- a quien la lidera; el consenso no tiene padres y, por tanto, lleva el marchamo de la libre adhesión, aunque sea por inacción, por ausencia de oposición activa a la enorme estupidez de lo políticamente correcto.

A lo que estamos, Fernanda, que se nos va la tarde. Aristóteles era un tipo muy práctico y se hizo la siguiente reflexión: de la nada no sale nada, todo viene producido por un efecto anterior, todo tiene una causa. Por tanto, no me cuente la historia de la existencia empezando por la mitad, sino por el principio.

Solo cabe una alternativa: cristianismo o panteísmo. El agnosticismo, como su mismo nombre indica, es pura necedad 

La única explicación que salva la desagradable cuestión de que de la nada no sale nada, no es otra que la existencia de un ser que sea en sí mismo la existencia. Ese ser, asegura ,el amigo Aristóteles es al que llamamos Dios.

A partir de ahí se explican las cosas, incluido -no se lo van a creer- el planeta tierra y como, una vez producido el acto creativo, todo efecto procede de una causa, se explica… ¡hasta el cambio climático, oh sí!

Ahora bien, si desde Aristóteles sabemos que todo el ateísmo es una necedad, porque no puede haber creación sin Creador. Quiero decir, que el paradigma aristotélico aún no es cristianismo, dado que ese ser que posee la existencia, que es en sí mismo la existencia, puede ser el conjunto del universo y es ahí donde nace el panteísmo (pan-teísmo, todo es Dios), hoy eco-panteísmo. Por eso Chesterton aseguraba que el ateísmo era un imposible, sólo apto para intelectuales imberbes y que al hombre sólo le quedaba una alternativa, dos cosmovisiones, dos filosofías: cristianismo y panteísmo. El gnosticismo es, como su mismo nombre indica (significa sin-sabiduría, ignorante), ignorancia. Con el cambio climático hemos entrado en el panteísmo, en la personalización del Planeta Tierra, de la madre Gaia, que tiene por adoradores a James Cameron, el productor de Avatar y a Evo Morales, dos tipo de mucha enjundia.     

Y entonces llegamos al punto al que nunca debimos llegar: a esta generación de adolescentes capitaneados por la tal Greta Thumberg le hemos robado a Cristo, es decir, al Creador, Redentor y Padre. Para ser más exactos les hemos quitado la confianza en Jesucristo, quien no va a haber creado un mundo para el hombre con el malvado propósito de destruirlo. Y eso, ni aún considerando que ha creado al hombre libre y éste, en uso de su libertad ha propagando por el mundo grandezas y miserias, así como todo tipo de imbecilidades. No aún así. Pero al robarles a Dios-Padre, en esta sociedad postcritiana, le hemos infligido a la nueva generación, la generación Greti-necia, un daño difícil por el que tendremos que rendir cuentas.

Porque el cambio climático es una chorrada, incluso con aspectos positivos, frente a la privación del Padre. Y no, no podemos sustituir a Dios por el planeta tierra. De entrada no deja de ser un canje muy alegre. Recuerda a los peores colonizadores, que trocaban a los indígenas oro por cristalitos (no consta que se hiciera así jamás pero conviene mantener los tópicos). De salida: ¿a quién puñetas le puede bastar, como modelo de vida, la salud de la madre-tierra (Gaia), del planeta, o de la capa de ozono si es algo que -supuesto y no aceptado que sea como nos indican- ni puede controlar ni pueden enmendar? ¿De verdad que con eso basta para realizarse como persona, para ser feliz? ¡Amos anda! Con esos mimbres sólo te salen adolecentes majaderos como Greta Thunberg o sinvergüenzas aprovechados como los padres de Greta, desalmados como los patrocinadores de Greta (por ejemplo, George Soros) o mentes centrífugas como Teresa Ribera y Carmen Calvo (ahora conocida como ‘Greta Calvo’).

De la nada no sale nada, sin Creador no hay creación

Y todo ello nos lleva al principio de contradicción: no se puede ser algo y su contrario, ni ser y no ser al mismo tiempo, que constituye la almendra del medio-pensamiento del Nuevo Orden Mundial (NOM). Por ejemplo, no podemos solicitar, la igualdad de la mujer (ya saben, cambio climático con perspectiva de género), que defiende nuestro Gobierno socialista, con la equiparación del ser humano con animales, vegetales… y con la madre tierra. Porque la igualdad de los desiguales es otra desigualdad y, sobre todo porque igualdad y diversidad son dos contrarios, casi dos antónimos.

Más contradicciones NOM: no se puede presumir de progresista (que viene de progreso) y exigir la vuelta a la caverna con la tontuna de la economía circular, que no deja de ser el reparto de la miseria.

O no se puede luchar por los pobres y, al mismo tiempo, destrozar su economía, a costa de imponerles una energía verde, ergo carísima.

O no se puede exigir “derechos sociales” en una sociedad envejecida, donde no hemos tenido los hijos necesarios para tomar el relevo. En definitiva, ya lo dijo Aristóteles, no se puede vivir en la contradicción.

En cualquier caso, oiga, pasar de Aristóteles a Teresa Ribera nos indica que quizás no vayamos por el buen camino en este siglo nuestro, el siglo XXI.