Consejo de Ministros del 23 de noviembre. Si quieres manipular a la ciudadanía a través de la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, el acto político semanal de mayor trascendencia informativa, la cosa es así:

Una periodista, por fuero o por huevo, expresamente o motu proprio, realiza una alambicada pregunta convenientemente programada, más bien una declaración, sobre el nuevo secretario general de la Conferencia Episcopal español, Luis Argüello. Queda más claro el objetivo de rasgarse las vestiduras por las palabras del obispo de Valladolid que la acusación concreta. El abajo-firmante, allí presente, entiende que Argüello ha dicho dos cosas muy graves: que la Iglesia debe elegir a sus sacerdotes y que estos deben ser varones, es decir, no mujeres; es decir, no del tercer, cuarto, quinto o sexto sexo, y así hasta los 112 que defiende la ONU. Sólo varones.

Y entonces llega la sorpresa, porque doña Isabel Celaá, ministra portavoz del Gobierno, exagera y dice que las palabras se comentan por sí solas. ¡Toma ya! Son machistas -no sé si lo han cogido- y naturalmente admisibles por el estrecho conducto de lo políticamente correcto.

Y, miren ustedes por donde, el telediario de RTVE, el Ministerio de la Verdad, ya tenía preparado, en el informativo inmediato, apenas una hora después, un montaje con las displicentes palabras de la ministra portavoz y un recorte, retorcido y demoledor, de las declaraciones de Argüello. Trabajan deprisa los chicos de la musa Rosa María Mateo

El plan feminista del Gobierno conlleva el lavado de cerebros a los niños desde la más tierna infancia

Si a la cuestión nos atenemos, la respuesta toma forma de preguntas: ¿es que pretende doña Isabel Celaá que sea el Gobierno quien elija a los sacerdotes o que la Iglesia, que condena la homosexualidad, ordene sacerdotes homosexuales?

Para una antigua alumna -ojo, y profesora, que resulta más vinculante- del bilbaíno colegio del Sagrado Corazón de Jesús, no está mal.

La segunda noticia que nos ofrece hoy el Ejecutivo también es religiosa: una declaración feminista. No sé si saben, pero este Gobierno es feminista. A lo mejor no es nada más, pero feminista sí. Es lo que esperaban los españoles. Y con un vídeo de humorista y actores, más humoristos y actoras, donde se ponen un poco serios y un mucho ridículo, bajo el título “Ni media broma”. Todos muy auténticos y sinceros. Lo único que lamento del vídeo, aparte su totalidad, es que intervenga José Mota. De un tipo con tanto talento, esperaba una mayor sinceridad.

Y para el feminismo más cutre sí hay dinero: 10 millones para campañas de sensibilización. Todo ello, por supuesto, bajo el mandamiento primero del mariachi feminista: la mujer es santa, el hombre, por el contrario, es un depredador un poquito cabrón. La mujer es pacífica y jamás agrede ni acosa. El hombre, por el contrario, es violento y violador, irracional y muy limitado. La mujer siempre es víctima, el hombre siempre es verdugo. Y si no lo es… puede llegar a serlo.

Respecto al vídeo “Ni media broma”, pues mire usted, lo divertido no es lo contrario de lo serio, sino de lo aburrido. Esos cómicos, la mayoría de ellos unos pesados cuando se trata de arremeter contra los cristianos, se vuelven ahora políticamente correctos.

Al Ejecutivo le encanta la delación

Isabel Celaá, como ministra de Educación, se encarga de explicarnos que, entre las actividades programadas contra la violencia machista, figuran los niños, de los que hay que extirpar cuanto antes los estereotipos machistas, a fin de sustituirlos por los feministas. O sea, lavado de cerebro a los impúberes desde su más tierna infancia.

Y hablando de cosas más o menos serias, Isabel Celaá se arma un lío entre directivas y reglamentos para explicarnos que el PSOE sí que cumple con la trasposición de directivas europeas, no como el PP. Y claro, nos explica que el PSOE va a implantar la delación –vulgo chivateo- para denunciar a la CNMV abusos de mercados.

Y esto es bello e instructivo porque el servicio de denuncias anónimas lleva ya casi un año funcionando en la CNMV y fue desarrollado nomativamente en una de las muchas reformas de la Ley de Mercados de Valores. A ver si ahora Bruselas nos multa por retrasar la puesta en marcha de una directiva que ya está en funcionamiento y no ha sufrido retardo alguno, pero por el que podamos ser multados; no obstante, así lo reconoce el propio Gobierno español. Es lo que se llama ser imbécil y, además, parecerlo.

¡Grande sos, Isabel!