Del libro 'Nada más que la verdad', de Georg Gänswein. Ahí va: "Dando un salto en el tiempo en relación con esto (está hablando de la revolución sexual de finales del siglo XX y de la reacción de la Iglesia), el 5 de marzo de 2014 Benedicto leyó la entrevista de Ferruccio De Bortoli al Papa Francisco en el 'Corriere della Sera' y se preguntó qué no había entendido el Pontífice cuando, respondiendo a la pregunta sobre valores no negociables, sobre todo en bioética y moralidad sexual, había declarado: «Los valores son valores y ya está, no puedo decir que, entre los dedos de una mano, haya uno menos útil que otro. Entonces no entiendo en qué sentido puede haber valores negociables». Sin permitirse emitir un juicio, a nivel personal el Papa emérito entendió, sin embargo, esa afirmación como un cambio de rumbo y una crítica velada al comportamiento anterior de Juan Pablo II y al suyo propio, como diciendo que todo se puede negociar". 

No son los mandamientos de la Iglesia (Dios) los que deben adaptarse a los tiempos sino los tiempos (el hombre) los que deben adaptarse a los mandamientos

No tengo claro si Gänswein se equivoca al interpretar las palabras de Francisco y la reacción de Benedicto XVI hacia las declaraciones de Francisco. Era muy ponderado Ratzinger como para pensar que no estábamos ante otra cosa que ante una argentinada de Bergoglio. Decir que todos los principios cristianos son igualmente importantes y necesarios no es lo mismo que decir que ninguno lo es o que todos son modificables. 

Sí, existen principios no negociables para un católico y existe la verdad y la mentira, el bien y el mal y hasta lo hermoso y lo feo. Objetivamente yo estoy convencido de que Francisco defiende exactamente esa posición. Simplemente, Francisco prefiere el qué al porqué, mientras que sus dos predecesores, santos y sabios, todo a un tiempo, necesitaban justificar el qué en el porqué.

Al Esplendor de la Verdad de Juan Pablo II y a las denuncias de Benedicto XVI sobre el relativismo fofo, Francisco responde que la vida consiste en tres expresiones: por favor, perdón y gracias. No está mal

En cualquier caso, lo que sí es cierto e que tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI lucharon contra el relativismo, una verdadera carcoma, no sólo de la fe sino también, sobre todo, de la razón. Ahora bien, el problema es que el siglo XXI, ya no es el tiempo del relativismo sino de algo peor: es el tiempo de la blasfemia contra el Espíritu Santo: ya no se trata de pensar si el bien y el mal existen o si la verdad y la mentira son alcanzables: es que ahora se ha convertido el bien y en mal y el mal en bien. Y esto, tanto el filósofo y santo, Juan Pablo II, como el teólogo, y santo, Benedicto XVI estoy seguro que lo aplaudirían.

Francisco no tiene la capacidad de síntesis de Wojtyla ni la capacidad de análisis de Ratzinger pero sabe dónde le aprieta el zapato. Él pretende superar con oración, con el trato directo con Dios, toda disquisición teológica

En otra palabras, se precipita la historia. Si, ya sé que Francisco no tiene la capacidad de síntesis de San Juan Pablo II ni la capacidad de análisis de Benedicto XVI pero sabe dónde le aprieta el zapato. Él pretende superar con oración, con el trato directo con Dios, toda disquisición teológica. No es que le aburra la teología es que ha renunciado al debate: tiene prisa por salvar almas no porque le den un doctorado extra en teología. Mi preocupación es que ese camino sólo le sirva par enfadar a los doctos y no para afianzar a los pietistas. Wojtyla y Ratzinger tenían igual o mayor celo apostólico que Francisco, pero sabían que sin poso no hay café. Francisco juega al milagro de hacer café con pocos granos. Y Dios hace milagros de forma cotidiana -reparen en el milagro del pueblo español sobreviviendo a Pedro Sánchez- pero nos ha dado medios suficientes para que nos salvemos sin exigirle milagros. Es más, siempre he sospechado que a Cristo no le gusta lo extraordinario. Mucho me temo que este sea el problema de Francisco, no ninguna pérfida intención demoniaca. 

¿Esta actitud del actual Papa, que podríamos calificar como la búsqueda de la  conversión por el corazón y de una mística con atajos, comporta riesgos? Sí, los tiene, porque puede sembrar confusión entre los iniciados y entre los catecúmenos. Pero ojo, es como si a una madre ucraniana le exhortaras, ahora mismo, en plena guerra, a tener su casa en orden. Te respondería que bastante tiene con sobrevivir. 

En el siglo XX se perpetró la desacralización de la Eucaristía. Terrible, pero menos terrible que lo que se prepara para el siglo XXI: la nueva Eucaristía, la adoración de la Bestia

Al Esplendor de la Verdad de Juan Pablo II, la obra de teología maestra de todo el siglo XX y a las denuncias de Benedicto XVI sobre el relativismo fofo de las últimas generaciones, Francisco responde con su estilo, responde que la vida consiste en tres expresiones: por favor, perdón y gracias. Con eso y con recordarnos, lo ha hecho días atrás, que Dios sufre cuando nos alejamos de su corazón. ¿Y eso es suficiente para salvarte? Sí, con eso vas sobrado, pero siempre que no te formules demasiadas preguntas. Si te las formulas, tendrás que acudir a Wojtyla o a Ratzinger. Pero recuerden: no se salvan los sabios, sino los santos. 

Recuerden que el relativismo fue el drama del siglo XX pero ahora, en el XXI, tenemos que preocuparnos de algo aún más grave: de la blasfemia contra el Espíritu Santo, cuando los fariseos llaman demonio a Dios, paso previo a llamar Dios a Satán. En el siglo XX se perpetró la desacralización de la Eucaristía. Terrible, pero menos terrible que lo que se prepara para el siglo XXI: la nueva Eucaristía, la adoración de la Bestia. No se confundan: Los satánicos no dudan de la existencia de Dios ni de que ese Dios es Cristo Jesús. Lo que pretenden es la Nueva Eucaristía, donde Satán ocupe el poder de Dios.      

Hay que evitarlo a toda costa y estoy seguro de que lo vamos a conseguir.

Ergo, en este punto Gänswein se equivoca, estoy seguro. Interpreta mal a Francisco y mal a Ratzinger.