San Juan Enrique Newman, canonizado por el Papa Francisco en 2019, John Henry Newman para el mundo académico, es el intelectual del siglo XIX, una centuria donde se gestaron las grandes cosmovisiones de la modernidad, desarrolladas en el siglo XX y corrompidas en el XXI. Pero no se preocupen por el término corromper: algunas de ellas ya resultaban aberrantes desde su nacimiento.

Digo que John Henry anunció, ya hacia el final de su vida (les recuerdo que nació en 1801 y murió en 1890), que la Iglesia se enfrentaba a un nuevo escenario en la historia, especialmente peligroso. Quería decir que ya no se enfrentaba ni a herejías, ni a cismas, ni tan siquiera al agnosticismo y al ateísmo: se enfrentaba a la indiferencia, a la de aquellos que viven como si Dios no existiera, los que ni tan siquiera se preocupan en negarle.

El materialismo práctico es el cáncer de la Europa actual, antaño cristiana. Y tiene mal salida porque el caso es que nadie puede vivir como si Dios no existiera. Es una condenación, no en la otra vida, sino en esta. Un infierno en la tierra, por pura desesperanza. Pero mucho que temo que Juan Enrique no era mal profeta: la Europa de hoy vive como si Dios no existiera.