Fue Ricardo de la Cierva quien escribió aquel famoso artículo cuando el Rey escogió a Adolfo Suárez como Presidente del Gobierno dentro de una terna de políticos de la época para pilotar la transición a la democracia ¡Qué error, qué inmenso error! Tituló el historiador, creando un aforismo para el noble pueblo español, siempre dado al cachondeo.

Pues bien, si alguien no lo remedia, el arzobispado de Córdoba podría cometer un inmenso error, al decidir quién sucederá a Miguel Castillejo como presidente de Cajasur. Se barajan tres nombres (ver noticia) y los tres son curas.

Empecemos por el principio : ¿Puede la Iglesia controlar una caja de ahorros? No es lo más indicado, pero puede que, en determinadas ocasiones, resulte hasta necesario. La regla de oro es que la Iglesia debe tener el patrimonio necesario para evangelizar y la liquidez mínima para poder mantener esa evangelización. Ahora bien, la historia de la modernidad es la historia de la desamortización, el mayor latrocinio del Estado a la Iglesia. En España, en concreto, el robo del progresismo del siglo XIX a la Iglesia católica. En cualquier caso, lo mejor es una Iglesia autofinanciada y alejada del mundo empresarial, y aún más del mundo financiero.

Y en el caso concreto de Cajasur, la Junta de Andalucía, predio socialista, y en especial su ex consejera de Economía y hoy ministra de fomento del Gobierno Zapatero, ha perseguido a Cajasur con trampas, ilegalidades, presiones, injurias, etc., de todo tipo. El diario El País se encargó de hacer de altavoz.

Ahora bien, la segunda pregunta es: ¿debe ser un cura presidente de una caja de ahorros? ¡Nunca jamás! Los curas están para predicar y administrar sacramentos, no para presidir consejos de administración, sean o no ejecutivos. Además, esa técnica revela una concepción muy clerical: la Iglesia no sólo son los curas.

No, el obispo puede y debe nombrar al presidente de Cajasur, una entidad que, como tantas otras cajas, fue creada por la Iglesia para evitar la usura y ayudar a los necesitados. Pero no debe nombrar a un cura, sino a un laico, economista consecuente. Lo otro es un error, un inmenso error, que va a engolosinar a toda la prensa progre para crucificar al sujeto elegido y elogiar a esa Iglesia que predica el amor a los pobres y luego dispone de entidad financieras.

Eso sí, a lo mejor a mí me ocurre lo mismo que al autor de ¡Qué error, qué inmenso error!, que acabó siendo ministro del error Adolfo Suárez. Yo, señores de Cajasur, me conformo con una consejería.

Todavía estamos a tiempo de evitar el desafuero.

Eulogio López