Sr. Director:

A todos nos ha conmovido la catástrofe natural del maremoto asiático, que ha despertado una gran ola de solidaridad. Existe también una catástrofe antinatural, el aborto provocado, que se ha cobrado 844.060 víctimas en España desde 1985. ¿No estamos contribuyendo todos con nuestros impuestos a la muerte de nonatos inocentes? ¿No será necesaria otra ola de solidaridad que acabe con esta lacra que comenzó con nueve abortos en 1985 y ha continuado en ascenso trepidante? Aunque la mayoría no estamos a favor, hay demasiado silencio. ¿No nos convertirá en cómplices de la barbarie?

El aborto destroza el equilibrio ecológico, como sucede en China. En España, agrava el problema del envejecimiento de la población, paliado levemente por el nacimiento de hijos de emigrantes. Nos ha consternado la noticia de la mujer árabe que murió en Plasencia desatendida al dar a luz porque no refirió su estado por temor a la ley islámica. Para evitar que numerosas mujeres sean víctimas del aborto otra forma de violencia de género, con tantos riesgos físicos y psíquicos-, es necesario que se exponga en los Centros de Salud un informe con los lugares de acogida para embarazadas con problemas; y que se abran, como en Suiza, VENTANAS DE LA VIDA (las madres que no quieran al niño o no puedan criarlo, lo podrían depositar aquí de forma anónima, como sucedía antes en el torno de los conventos).

La noticia del aborto de la joven deficiente de Avilés, con siete meses de gestación y consentido por un juez, ha sido impactante. Los médicos de Asturias no quisieron practicarlo porque no veían que encajara en ninguno de los supuestos despenalizadores del delito del aborto y también por el peligro que suponía para la vida de la madre, dado su avanzado estado de gestación. Pero pudieron más los que deseaban el aborto de este niño o niña, con cuya adopción soñaron muchísimas personas. ¿No ha sido una vil cobardía? El fuerte se ha cebado contra el débil e inocente. Este caso me ha hecho recordar las palabras de la Madre Teresa de Calcuta: Los gritos de los niños cuyas vidas han sido truncadas antes de su nacimiento hieren los oídos de Dios.

Josefa Romo

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