Al parecer la nueva Europa, que a Berlín le cuesta aceptar, no crean, consiste en que el Banco Central Europeo (BCE) le dé a la máquina de hacer dinero, resolviendo así la asfixia puntual de nuestra deuda soberana. No es riqueza, sólo es la máquina de hacer dinero.

A cambio, le cederemos a Bruselas es decir, a Berlín, la soberanía fiscal, es decir, presupuestaria. Ya no se trata de un nuevo Maastricht, en que cada miembro de la eurozona adquiere una serie de compromisos sobre déficit, inflación y deuda pública. No, es peor. Se trata de que nos hagan los presupuestos en Bruselas, o sea, en Berlín. Que nos digan cuánto podemos gastar y en qué.

Hemos homogeneizado la moneda, ahora pretendemos homogeneizar los impuestos. Ya puestos, ¿por qué no homogeneizamos los salarios y las rentas? Sí, ya supongo que eso no gustaría a los alemanes. Sólo es una idea.

Pero parece un poco tonto tanto entusiasmo marianista por perder soberanía. Ya perdimos la soberana monetaria y, aunque ahora resulta salir del euro, lo cierto es que a los españoles nos ha ido muy mal con el euro: se han homologado los precios -todo lo que costaba 100 pesetas pasó a valer 166 de la noche a la mañana) y ahora que necesitamos al BCE resulta que el señor Mario Draghi no sólo no nos tira un flotador sino que, encima, amenaza con hundirnos. Oiga, cada vez tengo menos claro quiénes son los nuestros.

Eulogio López

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