Los chavales de hoy están presentes en el espacio real mientras su mente vagabundea por Internet, donde se forjan personalidades y relaciones virtuales. Se podría afirmar que vegetan en otra dimensión.

Las redes sociales como Tuenti, Facebook, My Space y Twitter están llenas de perfiles de jóvenes que relatan su vida íntima, corrigen su personalidad y gestionan sus amistades. En ocasiones esa existencia virtual cambia las reglas del tiempo físico.

Asimismo, las redes sociales tienen la ventaja de proporcionar chat, fotolog y vídeos en una única plataforma, respondiendo así a las nociones de todo uno y hazlo tú mismo. Son auténticas webs personales que ayudan a la sensación de independencia.

Según la antropóloga, comunicóloga y escritora porteña Paula Sibilia ha cambiado la forma en que nos definimos como sujetos. Lo introspectivo está debilitado. Cada vez nos definimos más a través de lo que podemos mostrar y que los otros ven. La intimidad es tan importante para definir lo que somos que hay que mostrarla. Eso confirma que existimos.

Jeffrey Rosen, profesor de derecho en la George Washington University Law School, en Washington, expone los peligros de exhibir lo recóndito: Un mundo en el que cada día las personas tienen que probar su honradez y su valía ante la masa, escogiendo entre los estilos de vida, comportamientos, ropas y valores, es inevitablemente un mundo que genera inseguridad sobre la propia identidad. Se espera que los mortales encuentren su verdadera personalidad y se la vendan a un mundo escéptico.

El crítico literario estadounidense y profesor en la Universidad Columbia de Nueva York, Lionel Trilling, revela cómo desde el siglo XIX se ha originado una metamorfosis de la sinceridad a la autenticidad que es la culpable del deterioro de la confianza que arrastramos. La sinceridad requiere que cualquier cosa expuesta debe ser verdadera. La autenticidad requiere que todo debe ser expuesto en tanto en cuanto es sentido.

Rosen insiste en que aplicar las tecnologías de la marca a la persona es un error categórico: los atributos privados de la persona humana cambian cuando se presentan al público: el eros pasa a ser sexo; el pecado, crimen; la culpa, vergüenza.