Nuestros amigos mexicanos deben haberse vuelto locos. La película "La Pasión", de Mel Gibson, ha sido calificada como "X", quizás porque México ha ocupado el primer lugar entre los países perseguidores de los cristianos durante el siglo XX, y aún quedan en escena muchos de los hábitos de esa dictadura revolucionaria que fue la democracia priísta.

Los filósofos más superficiales siempre dicen que la existencia de dolor en el mundo es causa primera del ateísmo actual. En primer lugar, uno duda muchísimo de que se sufra más ahora que en tiempos pasados, por la misma razón de que siempre he dudado del progreso lineal. Es decir, en que el hombre actual sea moralmente más digno y culturalmente más capaz que el de un siglo atrás, simplemente por ser más "moderno", más "actual". Es más, todas las majaderías contemporáneas, especialmente de corte intelectual, parten de ese indemostrable y un tanto necio sofisma.

En segundo lugar, si bien es cierto que todo creyente se esfuerza en combinar en su interior un Dios padre con la existencia de dolor en el mundo, y eso le puede llevar a la desesperación (bueno, al agnosticismo, que es algo parecido), también lo es que el camino más directo para convertirse es contemplar la pasión de Cristo, es decir, contemplar lo que Dios ha sufrido por nosotros. El dolor no aleja de Dios: aproxima a él, especialmente cuando contemplamos lo que Él sufrió por nosotros.

Pero "La Pasión" de Mel Gibson es más. Ni los más rigurosos dramas de la Pasión han resultado tan realistas como esta película. Desde cierta condenada perspectiva, los mexicanos tienen razón con sus calificaciones oficiales: yo dudaría mucho en llevar a mis hijos menores de 18 años a ver la película de Gibson, porque sólo los vegetales pueden permanecer impasibles ante una película como la de este director de cine. En "La Pasión" no hay simbología, hay reportaje periodístico, más bien retrasmisión televisiva. Por eso, los tontainas de la progresía de El País se han vuelto, de repente, tan finos, y hablan de un reguero de sangre, de escenas demasiado explícitas... ¿Y qué se creían estos sesudos críticos que fue la Pasión? Un Dios muriendo en el peor de los suplicios para salvar al hombre. 

Ante la obra de Gibson, primero hubo desprecio, luego prevención, finalmente rendición. Gibson ha demostrado que ni toda la industria cultural, un verdadero búnker, puede detener una película original. Original, sí, porque "La Pasión" busca el origen del hombre, no la novedad por la novedad. Y original sigue siendo aquello que no traiciona su origen, sino que lo busca y lo desarrolla. "La Pasión" es el origen del hombre y de la humanidad; es el punto crucial de la historia: la redención. La historia humana sólo tiene tres jalones: creación, redención y la que aún está por venir: el fin de la historia y el 'comienzo' de la eternidad. Y en esa redención, Cristo no castiga el pecado ni cambia las condiciones del Hombre: respeta la libertad con que le dotó en la creación, no modifica el comportamiento del hombre: muere en la Cruz, anonadado, para atraer al hombre hacia el bien. Pero Cristo nunca seduce, sólo corteja. Su método es el del máximo respeto a la libertad humana. 

Entra dentro de lo posible que la progresía intente entorpecer este proceso, aunque si sólo saben oponer barreras tan poco sutiles, como la del exceso de sangre, habrá que predecirles un sonoro fracaso.

Nadie quería distribuir "La Pasión". Ahora resulta que amenaza convertirse en la primera gran obra cinematográfica del siglo XXI, y en un instrumento de conversión para muchos. No me extraña que en can Polanco estén preocupados. En cualquier caso, ahí va una buena página web acerca del film.

http://www.passion-movie.com/promote/espanol1.html. 

Hasta aquí tenemos el realismo. Es curioso que todo el discurso artístico imperante (el artista actual no crea modas: las secunda; además, hoy en día son los empresarios y publicistas, sobre todo estos últimos, quienes definen lo políticamente correcto) clame por el realismo, y que considere "escapista" obras maestras como "El Señor de los anillos". Para el progre, la obra de Tolkien es una obra menor simplemente porque cuenta una historia de ficción. Sin embargo, otra obra de ficción, como "El Código da Vinci", es alabada por esa misma progresía por el simple hecho de poner como no digan dueñas a la Iglesia Católica. "La Pasión", realismo en estado puro, les disgusta, pero el cómic de Dan Brown, que pretende reescribir la historia en clave feminista y esotérica, es decir, según unos criterios por los que nadie daría un euro en la vida real, haya vendido 6 millones de ejemplares, lo que equivale a 6 millones de formidables estafas de vida, que es la peor estafa: aquella que confunde la cosmovisión de las personas.

Con razón alerta Juan Pablo II y Joseph Razintger contra la "new age". Podemos pasar del materialismo extremo al panteísmo igualmente extremos: de estar ayunos de espiritualidad a ahítos de la misma, de lo prosaico a la magia, del consumismo a la gnosis... y tanto el hambre como la indigestión son dos fenómenos poco aconsejables, especialmente pasados por la pluma de un norteamericano. Mel Gibson es un australiano que cuenta un hecho real acaecido hace 2.000 años, y que las reservas mentales de tantos encasillan en el ámbito del mito (entendido éste como patraña, naturalmente); el Código Da Vinci es un mito de la Coca-Cola al que muchos desearían convertir en realidad, simplemente por fastidiar a los curas. Les aconsejo que lean la siguiente entrevista publicada en www.zenit.org. (pinche aquí).

Pero, en cualquier caso, los enemigos de la Iglesia deben andarse con cuidado con "La Pasión": mucha gente podría convertirse en la butaca del cine, y eso es algo que debe evitarse cuidadosamente.

                                                                                   Eulogio López