Resulta que uns señora de la ONU, experta encima, acusa al Vaticano de fomentar la tortura por defender la vida. Sí, es eso, y es una actitud muy propia de Naciones Unidas y del Nuevo Orden Mundial (NOM). Y eso es blasfemia contra el Espíritu Santo, que es la marca de nuestro tiempo, la marca de un fin de ciclo.

¿Qué es la blasfemia contra el Espíritu Santo Convertir lo bueno en malo y lo malo en bueno. Por eso, es el pecado que no se perdonará "ni en este mundo ni en el otro". Es que no puede perdonarse porque supone una inversión en la ley natural. Si el malvado se arrepiente, se le puede perdonar. Pero si el malvado insiste en el mal, porque asegura que su perversidad es moramente buena, mientras la ley moral natural es lo malo, entonces no puede haber perdón. Sencillamente, seguirá cometiendo tropelías y obligando a cometerla al prójimo.

Verbigracia: dice la norteamericana del Comité de la ONU contra la Tortura, Felice Gaer (en la imagen), que la Iglesia, cuando defiende al más inocente y más indefenso, el concebido y no nacido, está torturando a la mujer homicida que asesina a su hijo.

Gaer aprovechó la reunión del Comité de Naciones Unidas para acusar a la Iglesia católica de que es tortura cuando amenaza con excomulgar a las mujeres y los médicos que cometen abortos. Le contestó el arzobispo Silvano Tomasi, Nuncio Apostólico en Ginebra. "El aborto sí es una forma de tortura", dijo, aprovechando el silencio de la comisión, aunque su intervención cayó, una vez más, en saco roto.

Hay una diferencia entre la ley de aborto de Felipe González de 1985 -que pretende reeditar el PP- y la de 2010 de Zapatero. El espíritu de la norma felipista es que la madre asesina se vaya de rositas pero reconociendo que abortar es asesinar a un inocente, sólo que no se castiga al culpable. El espíritu de la norma zapateril de 2010 es que el aborto es algo estupendo, nada menos que un derecho humano. Libertad para ser madre, que diría nuestra erudita Elena Valenciano.

Lo malo, bueno; lo bueno malo. Este es el juego de la blasfemia contra el Espíritu Santo y es, repito, la marca de nuestro tiempo.

Eulogio López

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