Mañana es la festividad de la Virgen del Carmen, una de las advocaciones marianas más queridas por los fieles y, de paso, la patrona del barrio madrileño desde donde escribo: Chamberí. De entrada les digo que no soy amigo de devociones. De hecho, sólo tengo una: el escapulario del Carmelo que pende de mi cuello desde que hice la primera comunión, a los siete años de edad.

Lo más llamativo de esta advocación es el privilegio sabatino, esto es, la promesa de la Virgen de sacar del Purgatorio (del infierno no es posible: se trata de una enmienda la totalidad) a quienes hayan llevado con devoción, es decir, con cariño, el escapulario.

La Virgen del Carmen constituye, probablemente, la advocación mariana probablemente más querida por los católicos

Y claro, la comprensión de la promesa es compleja. La muerte no es otra cosa que la separación del alma del cuerpo, del espíritu de la materia. Todo un problema metafísico, dado que con la desaparición del espacio también desaparece el tiempo. Entonces, ¿qué sentido tienen los días de la semana

No lo sé, pero Nuestra Señora no miente y el depositario de la promesa, san Simón Stock, tampoco, dado que el privilegio ha sido avalado por la Iglesia con la imposición del escapulario... que suele realizarse, precisamente, un 16 de julio.

Pero no deja de ser un apasionante reto entre sabiduría y lógica. La lógica no da para mucho, créanme, porque es realización humana, una especie de lo más limitada. La sabiduría es aquello que no atenta contra la lógica ni contra la razón pero que otorga más certeza porque conlleva la unión entre confianza en Dios y la razón humana que, como decía Chesterton, no deja de ser una cuestión de fe... de la misma forma que nada hay más racional que la fe. Figúrense si será así que el 99% de nuestros conocimientos vienen por confianza en la razón... de nuestros maestros.

Eulogio López

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