Mientras estuvo en el poder, el Gobierno Aznar se cuidó mucho de mostrarse partidario de la privatización de las cajas. Sabe que esa postura, abordada por estadounidenses y británicos no es precisamente muy popular. Por lo tanto, el Gobierno Aznar jugó con una ambigüedad calculada, pero ahora, en la oposición, es otra cosa. Además la OPA de GN y el caso Montilla le proporcionan la excusa adecuada. Desde el FMI, dirigido por el exvicepresidente económico de Aznar Rodrigo Rato, se han lanzado a la tarea de demolición de las cajas como entidades mutuales (el TC las llama institución-empresa).

En Madrid, el gobernador del Banco de España, Jaime Caruana, hace lo propio. Como gobernador no puede pedir la privatización de las cajas, pero sí aludir a un eufemismo clave en esta batalla: su falta de transparencia, es decir, su politización. Y como están politizadas hay que convertirlas en SA.

Pero no quieren la conversión pura y dura. En el PP prefieren el sistema italiano. Es decir, crear en cada caja una fundación que sea propietaria de la mayoría del capital de una caja-sociedad anónima. Naturalmente, las cajas de ahorros italianas son hoy bancos puros y duros, que incluso han olvidado su propia denominación social.

La sorpresa surgía un poco después del aldabonazo del FMI. Sin encomendarse ni a Pedro Solbes ni a José Montilla, el presidente de la CNMV Manuel Conthe, apoyaba también que las cajas de ahorros coticen en bolsa a través de sus emisiones de cuotas participativas, otro señuelo para conseguir que las cajas se comporten, y al final se conviertan en, sociedades anónimas. Buena prueba de la opinión que las más de cuarenta cajas de ahorros españolas tienen de las cuotas participativas es que se cuentan con los dedos de la mano las que han realizado emisiones de este tipo de producto. Lo que ocurre es que el presidente de la CNMV es, como lo calificaba el director general de una empresa española miembro del Ibex un descriteriado.