Mis mejores amigos no me lo perdonarán en años, pero nobleza obliga: hoy toca felicitar al presidente de la CNMV, el insigne censor D. Manuel Conthe, conocido como el pichi de la CNMV, debido a sus ademán modesto, humilde oratoria y una predisposición a atender las razones ajenas que le han granjeado las simpatías de la inmensa mayoría de la población financiera.

Resulta que su Código de Buen Gobierno ha sido ligeramente zarandeado por las empresas del IBEX, como quien dice, en su totalidad manifiesta. Pero alguna de las recomendaciones de las empresas son, en verdad, bastante cachondeables y tienen todo el aroma del poderoso que por buen gobierno o responsabilidad social corporativa entiende aumentar su poder, influencia y emolumentos y ser alabado por la sociedad como un buen filántropo, en lugar de cómo un miserable hijo del euro. Así, Conthe criticó recientemente que algunas empresas propongan el despido libre al tiempo que blindajes para sus directivos. Y en esto, mis queridos amigos, D. Manuel, un hombre sencillo, tiene toda la razón. Además, ya es hora de que Conthe se enfrente a las grandes empresas y no a los periodistas. Bien por Manolo.

Ahora bien, como mente rectora del Tercer Código de Buen Gobierno, D. Manuel no puede dedicarse a criticar las críticas. Por ejemplo, todo el buen Gobierno podría resumirse en la supresión de las prebendas de consejeros y altos directivos, que no procedan de su sueldo y de su dividendo. Dicho de otra forma: si quiere usted buen Gobierno no tiene que hacer otra cosa que suprimir todos los privilegios que no posea el pequeño accionista o el ordenanza. Las diferencias entre el presidente y el titular de unas acciones, o del consejero delegado y su secretaria deben ser de orden cuantitativo, no cualitativo. Eso exigiría suprimir todas aquellas remuneraciones variables, opciones sobre acciones, participación en beneficio, atenciones estatuarias, planes de pensiones, seguros, dietas blindajes anti-despidos y otras regalías. Lo cual no significa que el director general cobre lo mismo que el de seguridad, significa que ambos tienen derecho a retribución variable o no lo tiene ninguno, sólo que en proporción a su función y a su aportación a la empresa. De esta manera, por decir algo, se pondría difícil que el presidente del BBVA, Francisco González, el consejero delegado, José Ignacio Goirigolzarri, y el secretario del Consejo, José Maldonado, se repartieran la bonita cantidad de 122 millones de euros. El que pretenda comprar el BBVA y cambiar al equipo directivo, le va a salir caro. O, como alguien dijo, en referencia al Junta General de Accionistas de la entidad celebrada el pasado día 18, en Bilbao, es la primera vez que veo un asalto a mano armada en mitad de la calle, encima las víctimas le aplauden. Un atraco de más de 20.000 millones de las antiguas pesetas.

Y lo miso ocurre con los accionistas: si el presidente posee el 5% de las acciones cobre el 5% del dividendo repartido. Ni un euro más. Si Juan Español tiene el 0,0001% del capital, cobre el 0,0001% del dividendo. Sería un Código de Buen Gobierno con un solo artículo.

Y no estoy hablando de quimeras. Cuando por primea vez se planteó en España eso del buen gobierno (Código Olivencia) los miembros del sanedrín discutieron el punto más injusto y grosero de las remuneraciones de consejeros: la participación en beneficios. Y no se hablaba de aconsejar: se hablaba de prohibir. Y bien prohibido habría estado. Pero no fue posible, aunque uno de sus miembros, Jesús Platero, lo propuso porque la Comisión Olivencia estaba formada por consejeros de grandes empresas. El presidente de la CNMV, que no es consejero, bien podría hacerlo.

Un último detalle: consejeros independientes son aquellos que no dependen del presidente, es decir, que figuran en los consejos de administración por su participación en el accionariado. Todo lo demás son monsergas.

Elaborar un código no es difícil; lo difícil es aplicarlo.

Eulogio López