Cuando escribo estas líneas desconozco si el ex presidente Manuel Zelaya ha regresado a Honduras, jaleado por el dictador venezolano Hugo Chávez y por la presión de un Occidente nominalista, que no soporta la visión de los militares en la calle (reconozco que para mí tampoco resulta edificante, pero la realidad se resiente ante las explicaciones simples).

Una comunidad internacional tan trufada de aprendices de dictadores que no tiene el menor interés en ocultar sus propósitos. Y así, cuando Zelaya intenta utilizar a sus partidarios como escudo humano para retomar el poder, en una especie de marcha verde revivida, es la misma ONU quien jalea una invasión en toda regla, invasión que puede llevar a Honduras a la guerra civil.

Lo que está ocurriendo en Honduras es la plasmación de dos fenómenos a cual más preocupante:

1.La consecución de una tiranía desde la democracia. Una vez que el tirano (Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales, Fidel Castro, Daniel Ortega) controla todos los resortes de poder, especialmente el mediático y el económico, y cambia la ley para perpetuarse en el poder.

Aprendamos de Honduras para el nuevo siglo: no hay democracia sin limitación temporal en el poder. Por cierto, dicha limitación de mandatos no existe en España.

2. La resurrección de la milicia, llámense círculos bolivarianos, indigenistas, sandinistas o lo que prefieran. Son fuerzas paramilitares que, naturalmente, actúan en nombre del pueblo, Insisto en que los españoles sabemos mucho de ello, porque lo inventamos: fueron los milicianos de la II República. Y sabemos en qué bestia puede convertirse el demócrata convertido en miliciano, investido de la autoridad que otorga la fuerza de las armas y el secuestro de las instituciones.

Lo que está ocurriendo hoy en Honduras me recuerda la famosa frase de Manuel Azaña, al frente de la II República española, contemplando como ardían los conventos en Madrid mientras las autoridades miraban hacia otro sitio: Todos los conventos no valen la vida de un republicano. Salvo, claro está, que se tratara de la vida de quienes habitaban esos conventos o de quienes frecuentaban una iglesia.     

Y lo peor es que Occidente apoya con entusiasmo este nuevo tipo de dictadura, justamente la que pretende Manuel Zelaya en Honduras.

Todo muy democrático.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com