El cuerpo humano tiene una barrera protectora de los órganos internos ante cualquier ataque que venga del exterior como bacterias, gérmenes, sustancias nocivas, temperaturas altas o bajas, etc. Este órgano es la piel, y es el más grande del cuerpo. Cualquier cosa que irrite, obstruya o inflame este órgano puede provocar enrojecimiento, hinchazón o picor. Estos cambios de apariencia de la piel significan que puede existir un problema. El acné, la alopecia, la dermatitis atópica, la urticaria, el cáncer de piel o la psoriasis son algunas enfermedades que afectan a la piel.

La piel contiene aproximadamente 3 millones de células que se renuevan cada 4 u 8 semanas. Una célula importante de su sistema inmunológico es el linfocito. Existen dos tipos: los linfocitos de células B que producen anticuerpos para defenderse de bacterias virus y toxinas; y los linfocitos T que destruyen las células del cuerpo que se han infectado por virus o que inician un proceso tumoral.  La mayoría de los linfocitos T están en la dermis.  Si el sistema inmunológico cutáneo detecta señales erróneas, y hace que las células de la capa superficial de la piel, los queratinocitos, se reproduzcan en pocos días en lugar de semanas. Este crecimiento excesivo de la renovación celular de la epidermis hace que células inmaduras acumulen en la superficie de la piel y formen placas de escamas blanquecinas; lo que se conoce como psoriasis.

Sufrir psoriasis conlleva en ocasiones problemas psicológicos debido al impacto visual que provoca en la sociedad

La psoriasis es una patología de la piel muy común, afecta al 1,5 por ciento de la población, y aunque los síntomas pueden variar de una persona a otra, los signos más comunes de esta enfermedad son unas manchas rojizas y escamosas que pican en rodillas, codos, tronco y cuero cabelludo. “Es una enfermedad crónica muy frecuente, bastante desconocida, no contagiosa y fácil de detectar ya que se manifiesta en brotes, con periodos de mejoría, remisión o empeoramiento” puntualiza la doctora Laia Morell, dermatóloga del Hospital Universitari General de Catalunya.

Existen varios tipos de psoriasis, la más frecuente es la psoriasis en placas y produce unos “parches” rojos en la piel cubiertos de escamas plateadas. Suele aparecer en codos, rodillas, zona lumbar y cuero cabelludo. La psoriasis también puede afectar a las uñas de las manos y de los pies haciendo que se debiliten y se astillen; a los genitales, las articulaciones. La psoriasis invertida o inversa, afecta a los pliegues de la piel de la ingle, los glúteos o los senos provocando enrojecimiento que empeora con la sudoración y la fricción. Si se manifiesta en las palmas de las manos y los pies, psoriasis palmoplantar, produce fisuras y durezas en la zona. Otro tipo de psoriasis más grave y poco frecuente en la pustulosa que se presenta con granos de pus, su variante la eritrodérmica, menos común y mas peligrosa, perjudica a casi toda la superficie de la piel y puede llegar a impedir que la piel realice su función de barrera.

Las causas de la psoriasis, además del problema en el sistema inmunológico, que tiene una base  genética, también pueden ser debidas a factores medioambientales según las últimas investigaciones, como sufrir estrés emocional, tomar determinados medicamentos, el clima, el tabaco, sufrir algún traumatismo e incluso el tipo de alimentación. La doctora Laia Morell explica que “sufrir psoriasis conlleva en ocasiones problemas psicológicos debido al impacto visual que provoca. Es importante mantener un estilo de vida saludable ya que está demostrado que los problemas relacionados con el sistema metabólico como la obesidad o el colesterol alto aumentan la intensidad y la duración de la afección”

Las causas de la psoriasis, además del problema en el sistema inmunológico, pueden estar también en factores medioambientales según las últimas investigaciones

Detener el crecimiento excesivo de las células de la piel y eliminar las escamas que se producen es el objetivo de los diferentes tratamientos para la psoriasis, siempre teniendo en cuenta la gravedad de la enfermedad y la respuesta que hayan tenido anteriores tratamientos. Para pacientes con psoriasis leve o moderada se recomiendan terapias tópicas con cremas, ungüentos o geles. El tratamiento más utilizado son los corticoides cuya potencia dependerá de la zona de piel a tratar. Serán más suaves en zonas de piel cara, como pliegues o cara.  Los fármacos derivados de la vitamina D, también suelen ser efectivos ya que pueden retrasar el crecimiento de las células cutáneas, a menudo se asocian a los corticoides. Para los casos mas graves, la doctora Morell apunta que “se recurre a un tratamiento sistémico inmunodepresor por vía oral o inyectado. Se utilizan tratamientos biológicos, es decir, aquellos cuya diana terapéutica es muy concreta, son muy eficaces y dejan pocos efectos secundarios, aunque su uso es limitado debido a su elevado precio”. 

En casos de psoriasis leve y moderada también se recurre a la fototerapia. ES decir, se expone a la piel a cantidades controladas de luz natural o artificial, normalmente a dosis de ultravioleta A o B, según cada caso. También existen terapias alternativas naturales que alivian los síntomas de la enfermedad. La exposición al sol de forma moderada regula el sistema inmunitario y los baños en agua de mar, tienen un efecto calmante en la piel. Cualquier tratamiento siempre debe estar supervisado por el especialista, que recomendará el mejor en cada caso de psoriasis.