Llevamos más de un año afrontando la crisis sanitaria y económica del Covid-19, que ha dejado más de 72.500 muertos, según el Ministerio de Sanidad, de los que 30.000 han fallecido en las residencias de mayores, mientras el Instituto Nacional de Estadística (INE) estima que se han superado los 100.000 fallecidos. Los mayores han sido y son uno de los colectivos más afectados, porque a la enfermedad se han sumado las restricciones de movilidad, la reducción de visitas para evitar contagios, la falta de abrazos, la soledad, etc., pero no se debe olvidar que son el gran tesoro de nuestra sociedad.

Cuando uno acude al Diccionario de la Real Academia Española (RAE) y busca la palabra mayor se puede encontrar, entre otras definiciones, que es un adjetivo “dicho de una persona: entrada en años de edad avanzada” o para referir al “principal, que tiene superior dignidad o autoridad entre las personas o cosas de su mismo grupo”, o también un nombre que se usa en plural para aludir a los “antepasados, sean o no progenitores de quien habla o de otra persona determinada”. En el caso de la palabra anciano se refiere a un adjetivo “dicho de una persona: de mucha edad”. Y por último, al buscar la palabra abuelo, se alude al “padre o madre de uno de los padres de una persona”, a una forma afectiva y coloquial de denominar a una “persona anciana”, o a los “antepasados de una persona. Como ven las tres palabras tienen mucho en común, aunque la cuestión va más allá de estas definiciones, también entran en juego los sentimientos y el trato digno que merecen como seres humanos que son y que hace años contribuyeron a forjar los cimientos de la sociedad actual en la que hoy vivimos. No seríamos lo que somos hoy sin lo que todos ellos hicieron ayer y en un contexto que era mucho peor, incluyendo una guerra civil.

El Papa explica que los mayores son “árboles que siguen dando fruto” a los que hay que cuidar con gestos de ternura, visitar y buscar. Y es que sin su “memoria” no se puede florecer

Alguien que ha hablado bastante en los últimos tiempos de cómo tratar a los mayores ha sido el Papa Francisco, que a sus 84 años, también forma parte de ese colectivo. De hecho, habla a menudo de “raíces” cuando explica, sobre todo, a los jóvenes que los mayores son “árboles que siguen dando fruto” a los que hay que cuidar con gestos de ternura, visitar y buscar. Y es que sin su “memoria” no se puede florecer, son “poetas de la oración, hombres y mujeres, padres y madres que estuvieron antes que nosotros en el mismo camino, en nuestra misma casa, en nuestra diaria batalla por una vida digna”, afirma.

mayores y Papa

A finales del pasado enero, el Santo Padre anunció que cada año se celebrará la Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores el cuarto domingo de julio, cerca de la festividad de san Joaquín y santa Ana, los abuelos de Jesús. Ellos “nos recuerdan que la vejez es un don”, “son el eslabón entre generaciones para transmitir a los jóvenes la experiencia de la vida y la fe” y “es importante que los abuelos se encuentren con los nietos y que los nietos se encuentren con los abuelos, porque, como dice el profeta Joel, los abuelos ante los nietos soñarán, tendrán ilusiones, y los jóvenes, tomando fuerza de sus abuelos, irán hacia adelante”.

En 2016, el Papa ya invitó a despertar “el sentido colectivo de gratitud, aprecio, hospitalidad, que hace que los ancianos se sientan parte viva de su comunidad” y a comprometernos en trabajar para eliminar la cultura del descarte y valorarlos más. La Pontifica Academia para la Vida publicó un documento titulado ‘La vejez: nuestro futuro’, donde se recoge que “la pandemia ha reforzado en todos nosotros la conciencia de que la ‘riqueza de los años’ es un tesoro que debe ser valorado y protegido”. También señala que “es solamente gracias a los ancianos que los jóvenes pueden redescubrir sus raíces, y sólo gracias a los jóvenes, los ancianos recuperan la capacidad de soñar” y que “es esencial repensar el modelo de desarrollo de todo el planeta”, pues la Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé que en 2050 habrá 2.000 millones de personas mayores de sesenta años en el mundo, es decir, una de cada cinco será anciana. Por tanto, hay que “hacer que nuestras ciudades sean lugares inclusivos y acogedores para la vida de los ancianos y, en general, para la fragilidad”.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé que en 2050 habrá 2.000 millones de personas mayores de sesenta años en el mundo, es decir, una de cada cinco será anciana

Paralelamente, no hay que olvidar que la esperanza de vida ha aumentado en España en los últimos años, y ya es la mayor de toda Europa y la tercera del mundo, sólo por detrás de Japón y Suiza. En un informe elaborado por el Ministerio de Sanidad se establece que la edad de vida en nuestro país es de 83,3 años (80,4 en el caso de los hombres y 86,1 en las mujeres). Asimismo ha analizado lo que se denomina la esperanza de vida saludable, que estima el periodo de tiempo en el que las personas no van a necesitar algún tipo de asistencia: 79,2 años (76,9 en hombres y 81,5 en mujeres), según datos de 2018.

mayores

En este contexto no se puede olvidar el edadismo. La OMS lo ha definido como “los estereotipos, los prejuicios y la discriminación contra las personas debido a su edad”. Este colectivo alude a que se dan acciones directas o indirectas por las cuales alguien es excluido, considerado diferente, ignorado o tratado como si no existiera por su edad. Entre otros aspectos, existen demasiados prejuicios, pues, por ejemplo, se asocia la edad avanzada con fragilidad, dependencia o deterioro físico y mental. Esto origina prejuicios, discriminación, desigualdad y generalización, ignorándose las experiencias individuales de cada persona, sin tener en cuenta que entre los 65 y los 90 o más hay personas muy diferentes y con necesidades muy distintas, y con frecuencia no se tiene en cuenta su opinión pese a que tienen un gran conocimiento y experiencia acumulados.

Existen demasiados prejuicios, pues, por ejemplo, se asocia edad avanzada con fragilidad, dependencia o deterioro físico y mental. Esto origina prejuicios, discriminación, desigualdad y generalización, ignorándose las experiencias individuales

Todo esto dibuja un escenario en el que se hace cada vez más necesario cuidar y proteger a nuestros mayores, pero la pandemia del coronavirus lo ha convertido en algo prioritario. Cuando se ha cumplido un año de la aparición de los primeros casos en nuestro país y de que se decretara el primer estado de alarma implicando un confinamiento forzoso, y tras varios meses de restricciones y una ‘nueva normalidad’ que tiene poco de normal, se puede hacer algo de balance: más paro, pérdidas millonarias en multitud de sectores, crisis económica o aumento del aislamiento y de la soledad no deseada de los mayores.

La plataforma digital Canal Sénior ha alertado de estos últimos efectos para dicho colectivo. De hecho, un estudio del equipo de investigación de la Brigham Young University en Provo (Utah, EEUU) llegó a la conclusión de que las personas que mantenían buenas relaciones sociales tenían un 50% más de posibilidades de seguir con vida. Asimismo, alude a que el confinamiento impide a las personas realizar su vida cotidiana, por lo que ven reducida su actividad física, aumentando el deterioro cognitivo por la falta de estimulación, afectando a su estado emocional y anímico. Un 80% de los mayores tiene miedo al futuro en este contexto de pandemia y la frustración por no poder cumplir sus expectativas también les puede generar un deterioro físico y cognitivo, según un informe de la Fundación La Caixa.

mayores y jóvenes

En plena tercera ola que vivimos y con algunos anunciando que podría llegar próximamente una cuarta, las sensaciones de miedo y respeto ante el virus se agravan y también se observan síntomas de cansancio, fatiga y tristeza. Y en estos meses ha surgido el denominado ‘efecto cabaña’, una tendencia que tienen las personas para cobijarse en sus hogares evitando la socialización, pero también se ha constatado que existe una brecha digital y que se puede trabajar para reducirla porque la tecnología puede ser una aliada para que las personas mayores estén conectadas y se sientan algo más acompañadas, reduciendo la sensación de soledad.

En estos meses ha surgido el ‘efecto cabaña’, una tendencia que tienen las personas para cobijarse en sus hogares evitando la socialización, pero también se ha constatado que existe una brecha digital

Precisamente, para reducir esta brecha y dotar a los mayores de los conocimientos necesarios para poder desenvolverse en el entorno digital ha surgido la plataforma de divulgación y aprendizaje Canal Sénior, que ofrece formación gratuita online a través de cursos, actividades y vídeos. Un proyecto que no sólo lucha contra la soledad del colectivo, sino que también se preocupa por formarles y que no se queden tan atrás en el uso de las nuevas tecnologías que hoy imperan en múltiples ámbitos de nuestra sociedad.

mayores

Otro ejemplo relacionado con la tecnología para ayudar a los mayores es la aplicación del servicio de cuidados ‘En Casa Contigo’, que ha desarrollado Sanitas, proporcionándoles un gran número de servicios y terapias. Tendrán a su disposición un equipo las 24 horas del día, que les ofrece atención personalizada con acciones específicas a partir de las necesidades que han detectado y de las que van haciendo un seguimiento a través de videollamadas o un servicio de mensajería instantáneo. También gracias a la tecnología ha surgido la posibilidad de instalar diversos sensores en los hogares de personas mayores, que ofrecen información de la actividad que realiza (si se ha movido de la cama o si ha entrado en una habitación, por ejemplo) o de usar la geolocalización para saber dónde se encuentra. Otra iniciativa es Famileo, que mediante una aplicación da acceso a los familiares para que puedan enviar mensajes y fotos que se imprimen en una revista que se envía a la persona que vive en una residencia. Además, hay un movimiento de voluntariado alrededor de los mayores: desde jóvenes que comparten piso con ellos, personas que les llevan la comida o que simplemente se pasan a charlar un rato con ellos, o los servicios sociales que les ayudan en las tareas del hogar, etc.

Es una labor de todos, no solo de los que tengan a mayores en sus familias, cuidarles y protegerles. Los que hemos tenido a los abuelos cerca siempre queda el recuerdo de múltiples lecciones y experiencias que no tienen precio y que nos ayudan a ser lo que somos hoy. Ellos se entregaban en todo lo que se les necesitaba sin excusas y sin cobrar nada, ahora son ellos los que nos necesitan y merecen recibir el cuidado y el amor que dieron.