El Salado (Colombia).
Abrimos el grifo y sale agua. Agua limpia que podemos beber y utilizar para nuestro aseo o para cocinar. Un gesto tan mecánico y tan común en los países desarrollados que nos hace olvidar que estamos ante un elemento esencial al que no tienen acceso 2.100 millones de personas en el mundo, según los datos de la Organización Mundial de la Salud, lo que genera tremendos problemas, sobre todo, en la regiones más deprimidas del planeta.
Parece impensable que existan lugares donde hay que recorrer varios kilómetros todos los días para acceder a una fuente de agua y llevarla de vuelta a casa. Agua que, sobre todo mujeres y niños, recogen en pozos, lagos o fuentes y que en muchas ocasiones está contaminada. Parece impensable que, en el mejor de los casos, se disponga de agua potable solo algunos días a la semana y durante muy pocas horas. Es lo que ocurría en El Salado, un pueblo que se encuentra 100 km al sureste de la ciudad de Cartagena, en el departamento de Bolívar (Colombia). A pesar de que contaban con un sistema de acueducto, los habitantes de El Salado no tenían acceso a agua potable. El acueducto comunitario funcionaba tres días a la semana, tres horas cada día. La comunidad pagaba una cuota de 5.000 pesos por recibir este servicio (aproximadamente dos euros). Como el servicio no era constante, las familias almacenaban toda el agua que podían en tanques de plástico. Esto provocaba por un lado que parte del agua se desperdiciara y por otro que el agua se contaminase con impurezas. El tiempo de suministro no podía aumentar porque la comunidad no tenía el poder adquisitivo para asumir el coste de electricidad que conllevaba.
Ahora, concretamente, desde el año 2017, este pueblo cuenta con suministro de agua corriente diario y sus habitantes pueden bañarse, regar y cocinar sin restricciones, gracias a una iniciativa de la ONG española Ayuda en Acción junto a la ONG local Fundación Semana que se tradujo en proyecto técnico que puso en marcha la empresa Ferrovial. “El proyecto que presentaron las dos ONGs”, aseguran desde la empresa española, “cumplía con los criterios de solvencia y sostenibilidad del programa ‘Infraestructuras Sociales’ de Ferrovial que funciona desde 2012 y que tiene como objetivo mejorar y ampliar la cobertura y acceso al agua para consumo humano y el saneamiento básico entre colectivos en riesgo de vulnerabilidad social de África e Hispanoamérica”.
El desarrollo de este proyecto ha sido clave para el renacimiento de un pueblo especialmente castigado por la violencia que supuso el conflicto armado en Colombia. “Aunque históricamente, El Salado fue reconocido como uno de los más prósperos y de mejor calidad de vida en la región, principalmente por los altos ingresos derivados del cultivo de tabaco y otros productos agrícolas, el conflicto armado provocó que desde mediados de la década de los noventa, esta región sufriera un proceso de desintegración social y económica de grandes proporciones.
El Salado tiene hoy suministro diario de agua: más de 1.290 personas se benefician directamente del proyecto y 990 de forma indirecta
Y es que la historia de El Salado cambió para siempre cuando a mediados del mes de febrero del año 2000, cuatro frentes de la AUC (Autodefensas Unidas de Colombia) se hicieron con el control del pueblo y concentraron a los ‘saladeros’ en un mini estadio de futbol donde asesinaron a 66 personas. Tras estos acontecimientos, los 7.000 habitantes de El Salado huyeron. Un año después, y de la mano de Luis Torres, campesino y líder comunitario, decidieron volver para recuperar el pueblo. “Nos organizamos con un propósito: volver a esta tierra que era nuestra y creamos un proyecto de nueva vida para la refundación de El Salado”, señala y recuerda como, alrededor de 200 familias, “a pesar de no recibir el apoyo de ninguna institución”, comenzaron una vuelta progresiva en febrero de 2002 que ha supuesto que, durante estos últimos once años, hayan recuperado sus casas, los cultivos, que se haya dinamizado el lugar con pequeños negocios, como la casa de comidas y el hostal de la señora Delcy, incluso que se haya construido una pequeña biblioteca. Pero sobre todo, lo que ha supuesto un antes y un después para sus habitantes es que, ahora, pueden disfrutar de agua corriente porque El Salado tiene hoy suministro diario y más de 1.290 personas se benefician directamente de este proyecto y 990 de forma indirecta. “Llega de forma constante a toda la comunidad, evitando que sus habitantes contraigan enfermedades derivadas del consumo de agua no apta. Además, ha contribuido al fortalecimiento organizacional y comunal de El Salado: se conformó una Junta del Agua, que es la encargada del mantenimiento, gestión y mejora de la infraestructura que se ha desarrollado. La Junta se vinculó a la Red de Acueductos Comunitarios del Caribe y juntas están apoyando la creación de una nueva ley que regule a los acueductos comunitarios”, señalan desde Ferrovial.
El proyecto tenía un componente técnico y otro social. El técnico incluía la rehabilitación de algunas estructuras existentes y la construcción de nuevas estructuras para la ampliación del sistema. El componente social buscaba capacitar y promover la movilización de la comunidad en favor del cuidado del valioso recurso. “Se ha buscado suscitar la movilización de la comunidad en favor del cuidado del agua. Para ello, se ha fortalecido espacios de toma de decisión, como son la Mesa de Infraestructura, el Comité Veedor y la Junta Administradora del Acueducto y Alcantarillado del corregimiento El Salado. Este proceso busca asegurar un correcto funcionamiento y la sostenibilidad del sistema de acueducto a largo plazo, contribuyendo a las condiciones de salud de la población, lo que repercutirá en mejoras en las condiciones de vida”, dicen fuentes de la compañía española
El Acueducto de El Salado es el único dentro de la Red de Acueductos Comunitarios del Caribe Colombiano que funciona completamente con energía solar. Esto constituye una ventaja enorme para la comunidad ya que se cubre el mayor gasto que el acueducto tenía que era el costo de la electricidad para operar la bomba. “Concienciamos a la comunidad sobre las ventajas y características del nuevo sistema de agua, comparado con el anterior”, cuenta orgullosa Elida Cabrera, maestra y vicepresidente de la Junta del Agua, que invita a todo aquel que quiere a que se acerquen a conocer el proyecto. “Es el mejor proyecto que nos ha llegado aquí, a El Salado”.
El proyecto en El Salado es un ejercicio de vertebración y cohesión comunitaria, supliendo carencias. El agua como palanca de cambio
Seis voluntarios de Ferrovial aportaron sus conocimientos técnicos sobre el terreno. Su colaboración fue crucial para mejorar la idea inicial presentada por la Fundación Ayuda en Acción y la Fundación Semana. Asimismo, al igual que ocurre con todos los proyectos que forman parte del programa ‘Infraestructuras Sociales’, una vez que regresaron a sus puestos de trabajo, los voluntarios siguen resolviendo las dudas y las consultas que puedan les llegan en remoto porque a pesar de que nuestra tarea allí ha terminado, Ferrovial sigue realizando una labor de seguimiento.
“El proyecto de Ferrovial en El Salado”, explican desde la empresa, “es mucho más que la construcción de una infraestructura de agua, es un ejercicio de vertebración y cohesión comunitaria, supliendo carencias, superando diferencias e incorporando los anhelos de una comunidad vulnerable y castigada por los efectos de la violencia y el desarraigo. En definitiva, el agua potable es una palanca de cambio para una vida digna y en paz”.