A pesar de las irregularidades acaecidas en las pasadas elecciones presidenciales, la progresía mediática censuró cualquier intento de denuncia de los hechos ocurridos.

En respuesta, los republicanos a nivel estatal han adoptado medidas para garantizar la legalidad electoral, fortaleciendo los requisitos de identificación de los votantes. Fue el caso del Estado de Georgia, donde los republicanos adoptaron una norma garantista que, entre otras cosas, exigía que, para solicitar el voto por correo se presentara el documento de identidad, y no limitarse a una mera firma como hasta ahora. Dicha norma fue calificada como “racista” por los demócratas.

Pues bien, ahora a nivel federal los demócratas pretender facilitar y extender el derecho al voto por medio de una nueva ley electoral. Es decir, persiguen hacer todavía más laxos si cabe, los requisitos para emitir el voto.

La radical propuesta demócrata logró lo que se pensaba imposible: la oposición de la totalidad de los republicanos. Incluso los tres senadores republicanos que siempre están dispuestos a apoyar cualquier causa progresista, Mitt Romney, Susan Collins y Lisa Murkowski votaron en contra. En la actualidad, a pesar de existir empate a 50 senadores entre demócratas y republicanos en el Senado, los demócratas ostentan la mayoría por el voto de calidad de desempate de la vicepresidenta Kamala Harris. No obstante, la propuesta ha sido bloqueada dado que requería mayoría de 60 votos para ser tramitada y debatida. 

Nuevamente, los demócratas se guían por su propia máxima: si no puedes ganar el partido, cambia las reglas del juego

La obcecación de los demócratas por aprobar esta normativa electoral, ha llevado a los senadores del partido de Biden a solicitar a su líder en el Senado, Chuck Schumer, que utilice la denominada “nuclear option” u opción nuclear. La opción nuclear recibe ese nombre por analogía al “botón nuclear”, dado su carácter extremo. Puede ser invocada por el líder de la mayoría del Senado bajo la argumentación de la violación de una norma en un debate, con el propósito de eliminar la mayoría reforzada de tres quintos (60 votos), conocida como filibusterismo, y poder adoptar los acuerdos por mayoría simple de 51 votos o de 50 con el voto de calidad del vicepresidente, dada la actual situación de empate entre partidos en la Cámara Alta. Esta opción solo ha sido utilizada dos veces en la historia de EEUU. Y, por supuesto, fueron los progresistas demócratas los primeros en emplearla, siempre en beneficio del país. El despotismo ilustrado debe marcar el camino al siempre desnortado pueblo.

Fue en 2013, cuanddo el entonces líder de la mayoría del Senado, el demócrata Harry Reid, la utilizó para eliminar la mayoría de 60 votos requerida para confirmar los cargos del gobierno federal propuestos por el presidente, y así evitar que los republicanos pudieran incluso debatir el nombramiento de cualquier cargo propuesto por el expresidente Obama. Precisamente, como respuesta a esta actuación de los progresistas, en 2017, el entonces líder de la mayoría del Senado, el republicano Mitch McConnell, utilizó la opción nuclear para eliminar la mayoría de 60 votos para confirmar a los magistrados del Tribunal Supremo y que pudieran ser elegidos por mayoría simple. Como se puede ver, esta vía únicamente se ha utilizado para ratificación de cargos, pero nunca para aprobar una ley y menos una de tanto calado como la que afecta a los derechos electorales.

La caradura de la Administración Biden ha alcanzado tal nivel que algunos senadores demócratas se han rebelado

La deriva actual de los demócratas resulta preocupante dado que el filibusterismo constituye hoy por hoy, la mayor garantía de la democracia estadounidense para que el partido coyunturalmente mayoritario no pueda imponer su criterio a placer.  Nuevamente, los demócratas se guían por su propia máxima: si no puedes ganar el partido, cambia las reglas del juego.

La propuesta de la mayoría demócrata se ha encontrado, sin embargo, con una oposición inesperada. Dos senadores demócratas se han opuesto abiertamente a eliminar la mayoría de tres quintos. Se trata de la senadora por Arizona, Kyrsten Sinema, y el senador por Virginia Occidental, Joe Manchin.

El líder de la minoría del Senado, el republicano Mitch McConnell, ha afirmado que “admira a los senadores Manchin y Sinema por defender la institución del filibusterismo”. McConnell ha continuado señalando “que admira su coraje para defender el Senado como institución y por no buscar cambiar las reglas para ganar el partido cuando no ostentan la mayoría”. Ha recordado que “yo estaba en el Senado cuando los demócratas tuvieron 60 escaños en los dos primeros años de presidencia de Barack Obama y entonces pudieron hacer lo que quisieron. Ahora, sin embargo, no tienen 60, no tienen ese dominio y romper las reglas del Senado para lograr los propósitos a corto plazo es malo para América y para el Senado. Y gracias a esos dos valientes senadores demócratas, no será así”.

Veremos cuánto tiempo aguantan en esa posición, dada la presión a la que serán sometidos por sus propios correligionarios.

Lo cierto es que el plan demócrata cuenta con la clara oposición del conjunto de la población. Así, según un estudio de la Universidad de Monmouth, el 80% de los americanos considera que debe exigirse el documento de identidad a los votantes para emitir su voto. Esta cifra, alcanza su máximo entre los republicanos que avalan esta postura en un 91%, así como entre los votantes independientes donde el porcentaje es del 87%.

Nuevamente surge la misma cuestión, ¿Por qué los demócratas consideran una afrenta la exigencia de identificación a la hora de votar? ¿O acaso lo que pretenden es convertir el fraude en ley?