Me encontraba otra vez sentado en un escaño del Congreso de los Diputados. Nunca me lo hubiera imaginado y menos a mis ochenta y nueve años. Tenía una sensación extraña, como un “Déjà Vu”.

Todo había empezado poco más de dos meses atrás; cuando un amigo, buen y gran escritor, me habló de proponerme para candidato, a presidente del Gobierno, en la moción de censura que pensaba presentar el actual partido conservador -tildado de ultraderecha- contra el Gobierno de ultraizquierda social-comunista y su presidente. Un tal Sánchez.

¡Quién me lo iba a decir! A mis casi noventa años, que los cumpliré en éste, voy a debatir en esta “santa casa” contra los que se llaman progresistas. ¡Válgame Dios! Que no me oigan esta exclamación; yo que fundé el Frente Progresista, va a hacer ya cuarenta largos años. ¿Y en qué han progresado estos en todo este tiempo? Siguen con las mismas teorías e ideología que abracé cuando tenía sólo veintitrés años. Han arruinado nuestra nación dos veces y van a por la tercera.

¿Y de la política? Me dirán de todo pues he pasado del comunismo al conservadurismo; aunque como persona activa en la política siempre estuve en los postulados comunistas, hasta que discutí con Santiago Carrillo, ya en democracia, y terminé mis días en CDS, con Adolfo Suárez, que fue Ministro del Movimiento con Franco. Y es que con el pasar de los años se aprende la lección: cuando se es muy joven o joven, se es revolucionario porque no hay nada que conservar y luego cuando tienes algo que conservar te vuelves conservador. Y si no que se lo pregunten al propio Felipe.

Más hay algo que me inquieta. Y es, que estoy oyendo por un lado hablar de mi ego, y por el otro que esta moción de censura es indigna de presentarse. Del ego, no voy a discutirlo. Cuesta mucho abstraerse de las alabanzas, si estas son verdaderas. Y todo ser humano tiene un puntito de vanidad, además de que la falsa modestia está separada por una fina raya de la soberbia y esta no desaparece hasta quince minutos después de muerto, como oí decir alguna vez.

Aplicar la Constitución y plantear una moción de censura, sobre todo cuando hay motivos como nunca hubo, no solamente es digno sino obligado. ¡Es que se usa de forma partidista! Hombre, sólo la puede presentar un partido o partidos representados en este templo de leyes y con un mínimo de diputados

Y de la indignidad que voy a decir. Aplicar la Constitución y plantear una moción de censura, sobre todo cuando hay motivos como nunca hubo, no solamente es digno sino obligado. ¡Es que se usa de forma partidista! Hombre, sólo la puede presentar un partido o partidos representados en este templo de leyes y con un mínimo de diputados. Eso no va contra la dignidad de la Cámara.

¡Es que no se presenta ningún programa de Gobierno, y el candidato tiene 90 años! ¿Y eso que tiene que ver con atentar contra la dignidad del Congreso? La moción es para censurar al Gobierno y sustituirlo, y en este caso para convocar elecciones y que los ciudadanos decidan si quieren seguir con este presidente y este Gobierno. Es para que toda la nación pueda ver a un presidente, que no va a contestar a las preguntas, que como un autócrata que sólo sabe gobernar con decretos, que cierra el Parlamento contraviniendo la Constitución y que volverá a mentir con su verborrea habitual. Y que ha terminado con la separación de poderes y en consecuencia con la democracia.

Todo lo anterior sí que hace indigna a esta sala en la que me encuentro y donde pasé muchos días y muchas horas, cuando las reglas básicas de la democracia se respetaban, incluida la vestimenta y las formas.

Y luego el partido de la oposición, cuyo “jefe” no se digna ni a estar de oyente, lo cual significa desprecio hacia este acto constitucional y hacia mi persona; aunque a mí como su aprecio no me afecta, no se lo tengo en cuenta. Se opondrá al Gobierno y lo censurara de “boquilla”, porque luego votara su partido en contra de la moción o se abstendrá. Y todo ello ¿no es utilización partidista?

Bien, parece que la sesión va a empezar. Más de la mitad de los diputados, pienso para mí que son indignos de estar aquí sentados. Escucharé con paciencia y respeto, espero no sorprenderme de todo lo que digan y como lo digan. Deseo que los ciudadanos se fijen bien en mi cara y mis expresiones. Aunque no lo crean me divertiré porque, a fin de cuentas, voy a “cantar las cuarenta” a este mal Gobierno para que quede en los anales de esta docta institución que es el Parlamento de mí nación.

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¡Pues sí que me he sorprendido! ¡Cuánta verborrea, cuanto tiempo desperdiciado! No han respondido ni a una sola de las preguntas y cuestiones planteadas. A uno casi le da un soponcio. Creo que era valenciano. El vasco que me llamó veleta no cayó en que es un traidor, que después de aprobar las cuentas a un gobierno, cuentas que le favorecían, le traicionó y lo derribó en una moción, en la que tampoco se presentó ningún programa…

¿Quién o quiénes fueron los indignos del Congreso de la Nación?

Ha sido una experiencia muy buena y divertida, nunca pensé tener un tal honor de ser candidato a la presidencia de mi nación, no se ganó la moción, más el actor principal fui yo.