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Vicepresidenta primera del Gobierno, ministra de la Presidencia, ministra de relaciones con las Cortes y ministra de Memoria Democrática… Pues semejante nombramiento con tantos perejiles tiene doña Carmen Calvo, que se ha creído ella con títulos más que suficientes para suplantar los juicios que hagamos los historiadores por la pretendida “memoria democrática”, porque ya no se aceptará como verdad histórica lo que digamos la mayoría de los historiadores, que propiamente sería una “memoria democrática”, sino que la historia será lo que a doña Carmen Calvo se le pase por el forro de su falda. Y los historiadores a callar, que pintan bastos.
La primera página de la “Memoria Democrática” escrita por doña Carmen Calvo dice que el PSOE ha sido la institución pionera en defensa de la mujer, y los demás si es que la defienden se limitan a copiar a los socialistas.
Afirmación tan campanuda de la ministra de la socialista “Memoria Democrática” sería verdad, si no se tiene en cuenta lo que les sucedió a María Pilar Gullón Iturriaga (1911-1936), Octavia Iglesias Blanco (1894-1936) y Olga Pérez-Monteserín Núñez (1913-1936), tres enfermeras católicas laicas de la Cruz Roja, a las que un socialista leonés, Genaro Arias Herrero, encerró la noche del 28 de octubre de 1936, en la Casa del Pueblo del PSOE de Pola de Somiedo (Asturias), convertida en checa, para que cuantos quisieran pudieran violarlas, antes de asesinarlas al día siguiente. O a lo mejor sí que lo ha tenido en cuenta la también socialista doña Carmen Calvo, y dada la condición de católicas de esas tres enfermeras no le merecen a la vicepresidenta primera la consideración de mujeres, ni que fuera una violación lo que hicieron los socialistas de Pola de Somiedo, sino un divertimento popular y democrático, porque debieron ser bastantes los que pasaron por la checa esa noche para desfogarse con esas tres enfermeras, que se lo merecían por tener la fascista ocurrencia de ser católicas.
La primera página de la “Memoria Democrática” escrita por doña Carmen Calvo dice que el PSOE ha sido la institución pionera en defensa de la mujer, y los demás si es que la defienden se limitan a copiar a los socialistas
Y si a pesar de ser mujeres, resulta que son monjas, la “memoria democrática” de doña Carmen Calvo ni las considera, a pesar de haber sufrido un martirio tan horroroso como el de otras tres mujeres, hermanas de sangre y de religión, pertenecientes a las Misioneras del Corazón de María, Carmen, Rosa y Magdalena Fradera Ferragutcasas. Tienen respectivamente 41, 36 y 34 años. El 19 de julio de 1936 abandonan su convento de Mataró y se refugian en una casa de Riudarenas, pero son detenidas el 25 de septiembre y las trasladan a Cabanyes, en el término de Lloret de Mar. La noche del 26 se las llevaron al lugar llamado L’Hostalet, donde había un bosque que estaba a siete kilómetros de la población y allí las desnudan, después las violan y, a continuación, las penetran con palos por la vagina y, por último, y como muestra de desprecio a su virginidad consagrada, las introducen de un golpe los cañones de sus pistolas hasta la empuñadura, las desgarran del todo sus entrañas y aprietan el gatillo.
Por otra parte, como yo les prometí la semana pasada contarles lo que les pasó a las Concepcionistas de Blasco de Garay, cuyo convento fue incautado y convertido una de las peores checas de Madrid, les voy a ceder la palabra a ellas, seleccionando algunos párrafos de un extenso documento en el que una de las religiosas cuenta lo que sucedió:
“Era el 20 de agosto [de 1936], las dos y media de la tarde y estando dos religiosas arreglándose para salir a una de esas visitas, llaman a la puerta, sale nuestra madre a abrir y ve por la mirilla a la portera acompañada de tres milicianos con un fusil y un dirigente con pistola, que dice abran, venimos a hacer un registro. La madre abrió la puerta y el primer saludo que les dirigió fue el siguiente:
—Sepan ustedes que todas las que estamos aquí somos religiosas.
— Ya lo sabemos. — Contestó el dirigente.
El susto que las religiosas teníamos es fácil de comprender. ¡Dios mío, qué harán de nosotras, qué será de esta pobre comunidad! Qué momentos tan terribles. Como buscaban a las superioras para sacarlas el dinero, habíamos quedado todas en decir que la superiora se había marchado en abril a Navarra con otras cuatro religiosas, que tenían mucho miedo, esto nos salvó (…) Después de un minucioso registro que terminó a las cinco de la tarde, se despidieron cariñosamente, eran los mismos que habían ido a apoderarse de nuestro amado nido, de ese nido de nuestros amores que tantos recuerdos tiene para nosotras, claustros benditos santificados con tantas almas santas, enamoradas del Dios Eucaristía, del Dios del Amor, hoy tan olvidado y ultrajado (…).
El 25 del mismo mes, nuevo registro a la misma hora de la tarde. Tres milicianos de filiación comunista con sus grandes pistolas se presentan a buscar armas. Estos no hablaron una palabra, parecían fieras arrojándose a su presa, así ellos se arrojaban al talego del carbón, a los armarios, a los cajones de la cómoda, etc. Uno de ellos se quedó a la puerta por si escapábamos alguna, y cuando salían diciendo que no había nada contestó: aunque no tengan armas, pueden ser propagadoras: No sé lo que es eso, contestó una y se fueron (...).
Tres milicianos de filiación comunista con sus grandes pistolas se presentan a buscar armas. Estos no hablaron una palabra, parecían fieras arrojándose a su presa
Al pasar por la calle de la Princesa, siente una religiosa que la llaman, como no hacía caso en el acto se siente sorprendida por una mano fuerte, que aprisionaba su brazo. Las dos que la acompañaban quedaron también detenidas (…) Al verse prisioneras de los comunistas creían las pobres que había llegado el fin de su vida; vino a sus pensamientos la prisión de su Jesús, llevado atado por las calles de Jerusalén; a la que se resistía la llevaban agarrada de un brazo, insultado Él por aquellas calles, insultadas ellas, por aquellas pobres mujeres que las llamaban ladronas a voz en grito. Una de las religiosas iba todo el camino diciendo en voz alta: ¡Jesús, Ave María Purísima! Por fin llegaron al “radio” (término empleado entonces por los comunistas para su organización territorial, hoy se denominaría “agrupación”) y al llegar a la puerta dijo la que llevaban más sujeta:
—Suélteme que no me escapo.
—Tienes que subir.
—¿Qué tengo que subir? Pero, ¿a dónde?
—Arriba.
—¡Cielo santo! —Exclamó alarmada la pobre religiosa.
Subieron la escalera, llegan arriba y vuelve a suplicar lo mismo. Inútil súplica, pero ¡Dios mío que ven sus ojos, milicianos por todas partes y una amplia sala con camas a uno y a otro lado! ¿Quién podrá expresar lo que allí sintieron aquellas tres inocentes criaturas? ¡Madre mía Inmaculada líbranos de la barbarie de estos hombres!, nuestras vidas si quieres aquí las tienes, pero líbranos de los poderes del infierno y de la malicia de estos hombres. Creían desfallecer de dolor, las horrorizaba ver aquel cuadro, no sabían lo que las podría pasar entre aquella gente, y más que la noche se echaba encima. Entre estas angustias de muerte atravesaron la sala de las camas y llegaron a otra habitación más pequeña, allí se conoce era el tribunal, entonces presentando a uno de ellos a la religiosa que llevaban sujeta dijeron:
—Esta es una monja, — y la soltaron. He ahí el delito de esta inocente criatura.
— Sí, —contestó con su acostumbrada entereza— soy religiosa ¿y qué?
—Sentaros.
—No, muchas gracias, no estamos cansadas.
—Qué os sentéis.
—Qué no, que no se molesten.
No pudieron conseguir que tomasen asiento y empezó el interrogatorio. Después de una serie de preguntas, a las que contestó sin decir una palabra de verdad, le dicen:
—¿Dónde está la Superiora?
—En Navarra, — contestó.
—¿Y las cosas del convento?
—Pregunten en la C.N.T. que fueron los que se incautaron de él.
Como nada pudieron conseguir, les tomaron la filiación, una de ellas tan azarada estaba que no sabía ni dar su nombre, por lo que uno de ellos dijo bruscamente, ‘pero ¿es que no sabes cómo te llamas?’, más después las dijeron podían marcharse (…).
Por fin ocurrió lo que no podía menos de suceder; una hermanita lega se sintió con fuerte dolor de costado, como tenía mucho miedo, pues hubo vez que cayeron 17 bombas alrededor de la casa, no quería quedarse en cama y bajaba y subía 5 veces por día. El día 29 se encontraba tan mal que unas vecinas nos ofrecieron un médico que vivía enfrente y que desde luego nos lo haría gratis, accedimos y la visitó con gran caridad, nos dijo que era bronconeumonía, más no nos dijo que estaba grave, por lo que no nos alarmó mucho.
Como en el barrio aquel (Argüelles) se hacía la vida imposible, la gente se iba marchando a la zona neutral, de la casa también se marchaban los vecinos de los pisos bajos, dejándonos a nosotras y a otras familias sus casas. Como nuestra enferma no se debía levantar la bajamos al principal, siempre estaba mejor que en un ático. Aquella noche la velaron dos religiosas, mas tenían que estar a oscuras pues en las habitaciones no había maderas en los balcones, ni aún un cristal, todos habían caído con las bombas y estaba prohibido que se viera la más mínima luz pues enseguida disparaban. Toda la noche la pasó inquieta, mas a la madrugada parecía descansar; las religiosas que estaban con ella al notar que no respiraba la llamaron pero la enferma no contestaba, suben corriendo arriba asustadas, (eran dos jovencitas) baja otra religiosa enciende, y la encuentra, con su rostro blanco, los ojos abiertos, y la mirada fija en lo alto. Había expirado. ¡Dios mío, cúmplase tu voluntad! (…)
Por fin llegamos al Puente Internacional, pensábamos entrar en nuestra España dando vivas al Corazón de Jesús, a nuestra Madre Inmaculada, a la verdadera Bandera Española, al Generalísimo Franco, etc.
En enero [de 1937] se empezó a hablar de la evacuación por medio de la Cruz Roja Internacional, y como ya se veía que el asunto de Madrid iba para largo; ya solo pensamos en salir de allí, así que fuimos de las primeras en inscribirnos (…). No tuvimos ningún registro hasta la frontera, traíamos 200 pts., en plata, repartidas entre todas para ver si podíamos pasarlas a nuestra querida España Nacional, pero nos las quitaron y nos dieron sus billetes que para nada nos sirvieron. Después del registro personal y de equipaje salimos de Por-Bou a las tres de la tarde del día nueve. Desde Cervere telefoneó nuestra Madre a París y al día siguiente estaba su hermana a nuestro lado siendo esto una gran providencia, porque como dominaba el francés admirablemente, ella fue la que se entendió en todas partes (…).
Por fin llegamos al Puente Internacional, pensábamos entrar en nuestra España dando vivas al Corazón de Jesús, a nuestra Madre Inmaculada, a la verdadera Bandera Española, al Generalísimo Franco, etc., pero dos cosas nos lo impidieron: la ancianita que se cayó en Narbona, al llegar al Puente Internacional se fracturó la pierna, un nuevo disgusto; además, fue tal nuestra impresión al ver nuestra Bandera y a la Guardia Civil que rompimos a llorar y no pudimos pronunciar palabra. Entramos en nuestra amadísima España el día 11 de agosto de 1937, a las 10 de la mañana próximamente”.
Javier Paredes
Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá