Sr. Director:

Ignoro si este curioso fenómeno sucede en todos los lugares donde existe un «carril bici», pero merece atención por la inseguridad peatonal que genera. 

Las señales de tráfico que afectan directamente a los viandantes suelen ser conocidas desde niños, no ya por su simpleza, sino por el interés que nos va en preservar nuestra seguridad física. Esto sucede con el significado de las luces de los semáforos y con los pasos de cebra o paso de peatones, que limitan zonas de la calzada con preferencia de paso para los viandantes, salvo que se encuentren vinculados a las luces de un semáforo. Pero de no haberlo, lo normal es que el paso de cebra conceda preferencia al peatón respecto a cualquier vehículo, que debería detenerse para cederle el paso. 

Por eso, si dicho paso se encuentra inserto en un carril bici, la preferencia de paso sigue siendo para el peatón, debiendo detenerse el ciclista. ¡Pero no! Sorprendentemente, una notable cantidad de ciclistas interpreta que en estos casos la obligación de detenerse corresponde al viandante, con el peligro que esto conlleva. 

Y si además se te ocurre decirles que no es así, los hay que te reprochan tu maldita condición de peatón que ocupa y gasta a zapatazos la superficie de la acera sustraída a sus dominios, mientras ellos salvan la ecología planetaria a golpe de pedal. Curioso, ¿no?