Sr. Director:
Tras veinticinco años de la caída del régimen del “apartheid”, Sudáfrica sigue escribiendo, entre profundas contradicciones, su aventura de construir una democracia en la que todos sus ciudadanos vean respetados sus derechos. El resultado de las últimas elecciones presidenciales confirmaba la victoria del candidato del Congreso Nacional Africano (CNA), Cyril Ramaphosa, con un 57% de los sufragios, la peor cifra desde la primera victoria de Nelson Mandela.
Sudáfrica sigue atravesada por profundas desigualdades sociales y padece altos índices de inseguridad, pero sigue siendo un referente democrático y económico en el continente africano. El CNA sigue siendo el partido central, aunque su desgaste es evidente. Un dato interesante de estas elecciones es que se ha relativizado la clave racial a la hora de votar: más de un 4% de la población blanca ha apoyado al CNA, y lo que es aún más llamativo, un 7,4% de la población negra ha votado por la Alianza Democrática, un partido liberal hasta ahora sólo compuesto por blancos pero que presentaba como candidato a Mmusi Maimane, de raza negra.