Si el Señor me concediese esa Gracia que no merezco, podría decir como el anciano Simeon, en el Templo de Jesuralén, cuando llevaron al niño Jesús para su presentación: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, pues mis ojos han visto el Salvador, luz de las Naciones y Gloria de tu pueblo, Israel".