Sr. Director:

Reconozco que soy de los que piensan que eres la persona más mediocre que ha alcanzado nunca un puesto tan poco acorde a sus capacidades. Reconozco que te he llamado con los contertulios de muchos programas de la radio, indigente intelectual. Reconozco que disfruto cuando un comunicador radiofónico te llama simplemente Rodríguez, que tanto dicen que te molesta. Reconozco que, por mi parte, he puesto mi granito de arena en conseguir que cuaje en la calle algún apodo que te ridiculice lo bastante y que siempre que me refiero a ti lo hago como el Payaso Sonrisitas. Reconozco que con el líder del único partido de la oposición que existe en España (ese que se encuentra tan solo, ya sabes de quien hablo), soy de lo s que cree que tú no puedes ser la solución de nada sino que eres simplemente El Problema. Reconozco que como tantísimos españoles, he hecho el fácil juego de palabras de comparar tu talante con tu talento, para sacar la conclusión de que se parece más aquél a éste que éste a aquél (¿entiendes el jueguecito de palabras?). Reconozco que padezco esa extraña enfermedad que se da en llamar zapaterofobia, consistente en cambiar de canal en cuanto sales en televisión con voz impostada hablando de cosas cuyo significado no conoces. Reconozco militar entre los que se morían de risa el día que te pedían un comentario en inglés sobre tu reunión con Blair y respondiste thank you, eso sí, después de haber recorrido todo el largo pasillo de Dawning Street haciendo como que hablabas de algo con Toni; y que aún más me moría de risa el día que repetías enloquecidamente lafransboteuí como si un papagayo tartamudo se tratara, sin saber tampoco, con toda seguridad, lo que significaba aquel lo que tu profe de francés te había escrito en el papel. Reconozco haber disfrutado el día que te cogieron a micrófono abierto diciendo como un botarate hay que cerrar algo y me preguntaba si lo que ibas a cerrar de una vez es las piernas, que las tienes eternamente abiertas como si de un levantador de pesas se tratara, y de guisa tal te entrevistas con el Rey o escuchas el himno español mientras le dices mediocridades (¿qué otra cosa puede hacer un mediocre?) al oído al jefe de la pandi (o mejor dicho, al subjefe, que el jefe es otro y tiene bigote). Reconozco en fin que, aunque no estuve entre los que te abucheaban el día de las fuerzas armadas, me habría gustado sobremanera haber estado.

Y sin embargo, Jose Luis, mira tú por donde, hoy es el día en que con todo el propósito de la enmienda del que soy capaz, me arrepiento de tanta perfidia. Me arrepiento sí, porque es mucho lo que los españoles debemos a tu majestuosa mediocridad y a los más que mediocres dos años que llevas gobernándonos. Para empezar y sobre todo, has hecho posible que una gran parte de la sociedad española, que ha estado callada durante un cuarto de siglo asustada por el fantasma de lo políticamente correcto, haya finalmente estallado de hartazgo y se exprese con más libertad que nunca, alcanzando alguno de los medios de comunicación en los que lo hace, el liderazgo de opinión, y eso a pesar de la persecución a la que los sometes tú y los de tu p andi. Tú le has recordado a los españoles que por muchos enemigos que tenga fuera de nuestras fronteras, y más todavía dentro, todavía queda un cosa que se llama España, que esa cosa tiene una preciosa bandera rojigualda la cual, por demás, es muy fácil de sacar a la calle y ondear, y que a nadie hasta la fecha le ha salido erisipela por hacerlo. Tú nos has hecho caer en la cuenta de que nuestros jóvenes están entre aquéllos del mundo civilizado con peor nivel de formación y valores y mayores índices de fracaso escolar y drogadicción. Tú nos has recordado que el Sr. Carrillo no sólo no es el santo patrón de la Transición, sino que se trata uno de los más sanguinarios verdugos de nuestra guerra civil. Tú nos has afirmado en la idea de que no es lo mismo la víctima de un atentado terrorista que su verdugo. Tú nos has lanzado a defender, esta vez sin vergüenza alguna, los valores en los que hemos creído siempre, aquéllos que tienen que ver con la familia, con la patria, con la libertad, con el trabajo, con la rectitud, con el buen gusto, con la honradez. Tú en definitiva, José Luis, nos has hecho, por fin, libres para pensar y para hacerlo sin complejos. Por todo ello, y aunque sólo sea por eso, ¡gracias, José Luis, de todo corazón, gracias!

Luis Augusto Antequera Becerra

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