Sólo quiero caminar y Sangre de mayo, que partían con 7 nominaciones, se fueron a casa con el rabo entre las piernas al recibir sólo una medalla cada una. Una palabra tuya fue reconocida con 3 de las cuatro medallas a las que optaba. El actor Fernando Guillén recibió la Medalla de Honor por toda su carrera.
La noche del lunes, en el cine Palafox de Madrid, el Círculo de Escritores Cinematográficos (críticos de cine) celebró su Gala anual de cine, que reunió a un gran número de artistas y aficionados al cine.
Tres películas partían como favoritas con 7 candidaturas cada una: Casual Day (Max Lemke); Sólo quiero caminar (Agustín Díaz Yanes) y Sangre de mayo (José Luis Garci). Sin embargo, los críticos de cine, que son el colectivo que más afina en su entrega de galardones, encumbró a la película de Max Lemke, concediéndole las medallas a mejor película, director, actor (Juan Diego) y guión original (Daniel y Pablo Remón). El filme, con logrado aire tragicómico, critica a las claras la hipocresía presente en muchas empresas, donde la falsedad reina por doquier y los amiguismos, las traiciones y las mezquindades de los empleados son el pan nuestro de cada día. Ciertamente, lo que se cuenta aquí no es muy divertido, quizá porque suena a demasiado real, pero Lemcke imprime un decidido tono desopilante a las situaciones, con lo que resta tensión y aporta algunos momentos sobresalientes.
Por su parte, Una palabra tuya (Ángeles-González-Sinde) fue premiada en las categorías de guión adaptado (Ángeles-González-Sinde) -que se contuvo cuanto pudo y no realizó ningún discurso progre ni reivindicativo-, actriz secundaria (Esperanza Pedreño) y actor secundario (Antonio de la Torre).
Por su parte, la película de Díaz Yanes, ridícula en sí misma, se llevó la medalla a la mejor actriz, que recogió su protagonista Ariadna Gil. Algo así como decir que si hay que votar algo de esa cinta, eso sea lo menos malo. Una cosa parecida ocurrió con la Sangre de mayo, de José Luis Garci, que recibió la medalla a mejor fotografía (Félix Monti). Es decir, un premio entre la morralla de galardones técnicos. A doña Tina Sáinz (candidata a mejor actriz de reparto por Sangre de mayo) se la vio algo tensa, pero argumentó entre bastidores que todavía podía hacer muchas películas. Claro, si el que no se consuela es porque no quiere. A Nerea Camacho, la prota de Camino se la vio con su madre comprando palomitas, a ver si le alegraba la noche algo, como la película que se proyectó al concluir le entrega de premios: Slumdog millonaire (Danny Boyle). A Agustín Díaz Yanes Tano, gran perdedor de la noche, se le vio poco, y cuando se dejó ver, entre las luces atenuadas, era para salir de la sala, disimuladamente.... ¿Huía de algún sitio?
La intervención de Fernando Guillén -quien ha decidido retirarse de las tablas- resultó el momento más brillante de la noche. Pidió a su mujer, Gemma Cuervo y a sus hijos Cayetana, Fernando y Natalia que le acompañaran en el escenario. Una familia unida. ¿Un guiño a ZP, rey de la disolución de la familia tradicional?
Para que quede más claro del divorcio entre los críticos cinematográficos y el cine oficial -es decir, el entramado subvencionado con fondos públicos a cambio de apoyo público al Gobierno Zapatero- volvió a quedar de manifiesto, al coincidir la Gala del CEC con la concesión del Premio Sant Jordi a la mejor película a Camino, la cinta que Javier Fesser ha dedicado a saldar cuentas con el Opus Dei, manipulando la muerte de la niña Alexia González-Barros. Película que ha obtenido escasísimo éxito de público a pesar de la formidable campaña de publicidad y película, en suma, producida por la productora favorita del Tripartito, Jaume Roures, de Mediapro, el mismo editor de La Sexta y Público.