En el siglo XXI el poder no compra a los periodistas sino a los editores, que es mucho más práctico. Cada periodista sabe en cada medio tradicional –Internet es otra historia- qué es lo que puede decir y que es lo que conviene evitar. No hace falta consigna: no vivimos en la era de las conspiraciones, sino en la era de los consensos, de lo políticamente correcto. Lo único que se le pide al periodista de prensa, radio o TV, y también al que trabaja en las grandes redacciones de la WWW filiales de medios tradicionales, es que no se convierta en un tonto útil, o sea, que no se crea que es libre cuando no es más que el instrumento del editor, verdadero poder del siglo XXI.

Lo único que no soportan esos grandes editores de multimedia es, precisamente, a la prensa independiente de Internet, muy próxima a lo que hoy llamaríamos periodismo ciudadano. No soportan a esos renacuajos que se atreven a desafiar al Sistema y a escribir… lo políticamente incorrecto.

Todo esto es aplicable a Argentina y a España, a Zapatero y a Kirchner, esas dos almas gemelas. Ambos sienten obsesión por controlar a la prensa, con una diferencia: ZP no ha alcanzado las excelsas cumbres que, por este sendero, ya ha pisado don Néstor.

Un detalle. Durante mi reciente estancia en la Argentina un redactor de La Nación me preguntó qué es lo que más me había llamado la atención del periodismo argentino. Le dije que la última convocatoria de prensa –todos los medios- del presidente del Gobierno en la Casa Rosada. Kirchner convocó al todo Buenos Aires mediático, soltó un discurso de casi media hora, en el que no se privó de acusar a un medio que había dicho no se qué tontuna sobre su augusta persona –quiero decir que se trataba de una crítica suave, intrascendente-, con un tono que apestaba a –mitad por mitad- amenaza y demagogia y, una vez concluida la perorata, se fue por donde había tenido ¡sin permitir una sola pregunta!

Le dije a mi colega que eso no se toleraría en España (hemos caído bajo, pero no tanto), donde Moncloa controla la televisión pública y la mayoría de las televisiones privadas, así como el mayor porcentaje de los postes emisores de radio y la prensa más leída. Sí, la vicepresidenta primera y portavoz del Gobierno, inefable Teresa Fernández de la Vega, utiliza su potencia y su prepotencia para manipular ruedas de prensa y filtraciones… pero, al menos, responde a las preguntas de la canallesca.

Si hablamos de calidad, la información radiofónica argentina me pareció más viva e instantánea que la española, demasiado refugiada en tertulias y periodismo televisivo de mesa y vaso. La calidad literaria de la prensa argentina –salvo eso obsesión hispanoamericana por los titulares telegráficos- soporta la comparación con la española, y en algunos segmentos los australes nos dan sopas con honda, así como nos aventajan en calidad dialéctica, argumental y divulgativa.

Pero todo ello vuelve a insistir en la dicotomía que vengo repitiendo: espléndido ciudadanía capitidisminuida por una clase dirigente sencillamente infumable.

Del Observatorio de la TV de la Universidad Austral me llega la siguiente cifra explicativa: el 70% de la publicidad procede del Gobierno. El grupo Clarín está pegado a Kirchner y el estado de salud de los medios audiovisuales argentinos se puede vislumbrar sintonizando Radio 10, la emisora que forjó el poder mediático de Daniel Hadad. De ella, y de él, se comenta en la peña periodística bonaerense lo siguiente: en cuanto se escucha en sus micrófonos la menor crítica a Kirchner sabemos que el cheque se ha retrasado.

En resumen, ZP controla casi todos los medios españoles, pero tiene oposición. ZP controla todos los medios argentinos, y aquel que semi-resista -caso de La Nación- será asfixiado económicamente. Conclusión: la información de sucesos es clave en los medios de ese querido país, como lo es la información internacional, la deportiva o incluso la cultural –de honda raigambre, dicho sea de paso-. La información política y económica deja mucho que desear.

O sea, que es posible que Cristina Fernández de Kirchner sea elegida presidenta sin haber concedido una sola entrevista. Ni tan siquiera en los medios amigos.

¡Ah, que buen vasallo…!

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com