Ante la escasez de ideas que impera en el cine actual resulta interesante mirar hacia los clásicos, siempre que se respete el texto original o se aporte algo interesante. Ni una cosa ni otra sucede con esta nueva adaptación del célebre relato de Oscar Wilde.
El joven Dorian Gray, heredero de una gran fortuna, llega a Londres donde es recibido por la alta sociedad con los brazos abiertos. Su atractivo físico va unido a una ingenuidad que desarma y que es plasmada en toda su plenitud por un pintor. Pero, Dorian se deja conquistar por el cinismo y la malicia de Lord Henry Wotton al mismo tiempo que se obsesiona por mantenerse eternamente joven
Del relato de Dorian Gray puede extraerse el peligro que supone rodearse de malas compañías, de vivir pendiente de la satisfacción de todo tipo de apetitos, de otorgar a la belleza física un valor que no posee Pero todo ello es trasladado a imágenes por Parker con simpleza, traduciendo la parte terrorífica del relato original en sordidez
Resulta pobre argumentalmente esta adaptación cuando Oliver Parker parecía el director adecuado puesto que lo hizo mucho mejor con otras dos obras de Wilde: Un marido ideal y La importancia de llamarse Ernesto.
Para: Los que no vieron la versión clásica de Albert Lewin, de 1945, y no puedan hacer comparaciones