Este santo francés fue defensor casi toda su vida de la herejía semipelagiana. Esta herejía afirma que el principio de la fe depende del hombre, no de Dios; y asimismo, que la perseverancia final no es una gracia especial de Dios, sino una recompensa que se debe al justificado. Vicente ingresó en el monasterio de Lerins, donde se mantenía una actitud polémica contra San Agustín, precisamente en esta cuestión de la gracia. Vicente, escribió un libro que ha tenido un sin número de ediciones y ha merecido la consideración atenta de teólogos protestantes y católicos: Conmonitorio, se titula el libro. Quede claro, que Vicente defendía su doctrina equivocada de buena fe, al punto que consideraba que el verdadero hereje era San Agustín. Por ello, cuando el Papa Bonifacio II condenó en 25 cánones las enseñanzas de pelagianos y semipelagianos, Vicente se adhirió inmediatamente a lo que estableció el Papa. Murió a mediados del siglo V.
La enseñanza de San Vicente de Lerins, tiene actualidad, por cuanto con su comportamiento reconoció la autoridad doctrinal suprema del Papa y su competencia para velar sobre la integridad del depósito de
(Las fuentes principales, que no las únicas, de las que se han tomado los datos para redactar
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Pilar Riestra