En plena vorágine cinematográfica por encontrar historias protagonizadas por heroínas la directora Gina Prince-Bythewood (La vida secreta de las abejas), se ha inspirado para La Mujer rey en un hecho real realmente curioso; en el siglo XIX el reino africano de Dahomey estaba protegido por las Agojie, una unidad de guerreras, formada únicamente por unas mujeres que poseían unas habilidades y una fiereza nunca antes vista en el mundo. Para los curiosos este reino estaba ubicado en el actual Benin y existió aproximadamente desde el año 1600 hasta 1904.

La actriz Viola Davis, cambia totalmente de registro y se ha esmerado en su formación física para encarnar con verosimilitud a la líder de estas guerreras, la general Nanisca, encargada de entrenar a la siguiente generación de reclutas para prepararlas contra un enemigo dispuesto a convertir a su pueblo en esclavos. Una especie de Amazonas pero de raza negra.

Al igual que  míticas películas clásicas que se rodaron en Africa, como Zulú (1964)  el exotismo y las costumbres tribales ocupan un lugar destacado en este film (y a veces lo ralentizan), mientras que tiene a su favor que no sólo ofrece unas escenas de acción magníficas y recrea unos combates emocionantes sino que bucea en una de las mayores lacras del continente negro: la esclavitud no solo propiciada por el hombre blanco sino por las propias tribus enfrentadas que hacían prisioneros entre sus enemigos para venderlos como ganado a los ciudadanos del Primer Mundo.

Muy trepidante en algunas escenas, la película habla de lealtad a la patria (en este caso al pueblo Dahomey), de compañerismo y amistad y de esos límites que nunca deben traspasarse utilizando la violencia.

La conocida actriz María Bello (Una historia de venganza) nos muestra una faceta desconocida de su personalidad puesto que es la corresponsable de esta historia que nos sumerge en ese África del siglo XIX donde para sobrevivir y ser libre era necesario luchar. Una película donde resalta la buena descripción de personajes, esencialmente femeninos quienes, por su gran personalidad, provocan la empatía en el espectador y no solo el personaje principal de Nanisca, sino también el de Izogue o Nawi. 

Para: los que quieran ver una película muy bien rodada, muy espectacular, pero con una subtrama “familiar” algo previsible.