Cuento chino. Según Pekin, el Covid no es un virus chino
Confusión general, global y mundial, la vivida el lunes 13 de julio de 2020. De entrada, el amigo Quim Torra intenta ejercer de jefe de Estado catalán y no obedece un fallo judicial porque no le viene en gana.
Encima, en pleno proceso de destrucción de la separación de poderes a cargo de Pedro Sánchez, el ministro Salvador Illa le da la razón a Torra: que no obedezca. Mientras, el doctor Fernando Simón -que el diablo confunda- intenta mantener un curioso equilibrio entre el yo no me equivoqué ni al instar el arresto domiciliario de marzo y abril ni tampoco ahora, cuando advierto que el estado de alarma resultó un éxito y cuando, por si acaso la segunda oleada no lo es, ahora son las comunidades autónomas quienes deben solventar el marrón. Y a mí que me registren.
La reclusión domiciliaria global no sólo es mala, es imposible: al virus no hay que evitarle, hay que vencerle
A ver si nos entendemos porque reina la confusión más absoluta, no sólo en España sino en todo el orbe:
El problema de fondo es que habíamos mitificado a la ciencia y ahora resulta que los científicos han fracasado. Si alguien necesita una cura de humildad en el siglo XXI no son ni los políticos ni los economistas ni los periodistas (todo esos colectivos la han necesitado siempre) sino los científicos, entendidos hoy como los empíricos, aquellos que se dedican a lo que se puede ver, medir y contar. Seis meses después de surgir el virus los científicos continúan sin saber ni a qué enemigo se enfrentan, ni como se trasmite realmente, ni a quien ataca, ni, por supuesto, cómo destruirle.
Por eso acuden al arresto domiciliario. Ahora bien, la reclusión domiciliaria global, como pretende el siniestro majadero Tedros Adhanom, director de la OMS, no es ni buena ni mala, es imposible: al virus no hay que evitarle, hay que vencerle. No puedes mantener a la humanidad recluida por dos razones:
1.Porque para eso no merece la pena vivir.
2.Porque con el arresto domiciliario no se derrota al virus, simplemente se le contiene mientras se destroza la economía y si no te mueres por el virus te mueres de inanición.
Y en estas estamos, al menos en España, aunque me temo que es general, en la dramatización televisiva de los rebrotes: el que no siga la consignas del poder -consignas, por lo demás, cambiantes- es un irresponsable y un insolidario.
Peor: ya no se necesita a la policía para reprimirte: el que le reprime a usted es su vecino, convertido en su delator, el amigo en chivato y el pariente en soplón. Todo muy edificante.
La dramatización de los rebrotes: España otra vez camino de un estado policial y de convertirse en un país de chivatos
En concreto, España está -otra vez- camino de convertirse en un estado policial pero con una diferencia respecto al marzo y abril del caudillo Sánchez: ahora es el de al lado quien te someterá al silencio como oses revelarte contra la opresión.
Y sí, no resulta nada conspiranoide, sino muy lógico, pensar que el coronavirus ha surgido para conseguir una tiranía global y, atención, cristófoba. Buena prueba de ello es que toda las medidas contra el Covid atentan contra una religión cristiana que es religión social y sacramental, porque así lo quiso su Fundador: se basa en la libertad de culto y en los sacramentos Ahora recuerden que en España muchos obispo prohibieron las misas por presión del Gobierno Sánchez. Y recuerden que la Iglesia vive de la Eucaristía. La humanidad, aunque no lo sepa, también.
No digo que este intento de dictadura global del Nuevo Orden Mundial (NOM) haya hecho surgir el coronavirus para provocar esa tiranía global y cristófoba. No lo digo porque no puedo demostrarlo, lo que digo es que es exactamente lo que está ocurriendo.
El coronavirus no es culpa pero sí causa de ese proyecto de Gobierno mundial tiránico. Ahora bien, ¿eso puede consolar a alguien si realmente fragua esa tiranía global? Recuerden que, por global, el Nuevo Orden Mundial (NOM) cierra las puertas del exilio porque no hay donde exiliarse.
¿La solución para evitar esa tiranía mundial? Más confianza en Cristo y menos en los científicos (lo contrario de lo que aconseja Pedro Sánchez). ¡Ah! y un poco de sentido común, que es hijo de la alegría. Al menos, un poco de optimismo por favor. Les ayudará a conseguirlo la convicción de que, aunque el Nuevo Orden Mundial (NOM) triunfe, su reinado será breve. Como recordaba San Juan Pablo II: el mal siempre termina por destruirse a sí mismo.