No sé lo que ocurrirá en la ceremonia de los Oscar que, con horario español, se celebrará en la madrugada del próximo domingo al lunes. Lo que tengo muy claro es que la mejor película de animación, del 2016, es La vida de Calabacín. Se trata de la ópera prima de Claude Barras, que ha utilizado la técnica de "stop-motion", tan sencilla como efectiva. Basado en un relato de Gilles Paris, narra la vida del pequeño Calabacín, hijo de una mujer alcohólica que, tras su muerte accidental, conocerá a un bondadoso policía y será llevado a un hogar de acogida donde encontrará grandes amigos. La descripción llena de agudeza y sensibilidad las circunstancias personales de todos esos niños y su deseo de ser queridos "desarman" a cualquiera. Hay imágenes que lo dicen todo, como la lata de cerveza que el protagonista guarda como único recuerdo de su madre;  la mirada que los pequeños desfavorecidos lanzan, en una estación de esquí, a una madre que abraza cariñosamente a su hijo; las explicaciones "tronchantes" infantiles que dan sobre el sexo, etc… Todo es poesía en esta película "disfrutable" cien por cien que, eso sí, no es una película para niños pequeños sino para menores a partir de unos 10 años y público más adulto. Para: Los que les guste el cine de calidad Juana Samanes