A finales de enero o principios de febrero, los grandes bancos españoles presentarán unos resultados anuales de 2021 buenos o muy buenos, pero ya saben aquello que se dice de la contabilidad: es una ciencia exacta porque dice exactamente lo que quieres que diga.

Efectivamente, los resultados serán incluso espectaculares a pesar de la palidez de los ingresos puramente bancarios. Así, coincidirán, por una parte, la liberación de provisiones Covid y, por otra, el recorte de costes, un clásico de la práctica bancaria de los últimos años. Ahora bien, no se puede vivir eternamente de recortar costes y, no queda otra, hay que aumentar los ingresos.

Aquí llegamos al siguiente engaño: para que no se caiga la cotización, castigada por la falta de rentabilidad del negocio, las entidades aumentan el dividendo… a pesar de la debilidad del negocio bancario. De hecho, la cotización del sector continúa en caída libre, a pesar de la vuelta del dividendo tras la recomendación-orden del BCE de suprimirlo, durante los meses más duros de la pandemia.

Ya veremos qué sucede cuando no haya provisiones que liberar y, sobre todo, cuando no haya más gastos que recortar. A lo mejor para entonces el BCE ha subido los tipos de interés, momento en el que las cuentas públicas sufrirán un colapso, por la elevadísima deuda que arrastramos. Pero esa es otra historia.