El beneficio de Kutxabank antes de impuestos fue de 209,9 millones de euros durante los nueve primeros meses del año, un 32,1% menos que en 2019, una cifra que se quedó en los 159,9 millones, un 40,1% menos que en 2019, después de abonar los correspondientes impuestos.

Es un mal resultado para la entidad vasca, tradicionalmente considerada como una de las más sólidas del sector en España. Y es cierto que su ratio de recursos propios sigue siendo de los más altos de la banca española -cerró septiembre con un Core Tier 1 del 17,5%-, pero también lo es que de nada sirve si el negocio no marcha, como sucede actualmente.

Así, el margen de intereses retrocedió un 1,4%, hasta los 419,7 millones de euros y, lo más preocupante, las comisiones también cayeron (-1,1%) y no superaron los 375,7 millones de euros. Esto es especialmente preocupante porque en tiempos de tipos de interés bajos, el sector ha optado por potenciar el negocio de gestión de activos fuera de balance (fondos), que le reporta importantes ingresos en forma de comisiones.

Eso sí, el margen bruto aumentó un 16,1%, hasta los 952,1 millones, pero fue gracias a los 121 millones obtenidos por la venta de los servicios de despositaría de fondos de inversión, fondos de pensiones y EPSVs, a Cecabank. Eso es lo que realmente ha salvado la cuenta de la entidad vasca.

Preocupan también los saneamientos, que se dispararon hasta los 277,4 millones de euros, 2,5 veces más que durante el mismo periodo de 2019.

A la vista de los resultados publicados este jueves, cobran especial relevancia las palabras que el presidente vasco, Íñigo Urkullu, pronunción en sede parlamentaria a mediados de octubre: “En este momento (Kutxabank) no se ve en la necesidad de una fusión”, aseguró.

Pues tal vez sí.