Hoy le ha llegado el turno de comparecer ante los inversores a la entidad vallesana dirigida por Josep Oliú, ese directivo bancario que quiere ser como Benjamín Button, para eternizarse al frente de la entidad a sus 69 años. Bueno, al menos hasta emular a su idolo; FG, que no se irá hasta los 75 años, creo.

Bromas aparte, si Oliú pretende seguir hasta los 75 años al frente del banco no sé si le merecerá la pena, con los ejercicios tan duros que está viviendo la entidad, y probablemente los que le esperan. Pero vamos al meollo de la información que han presentado el viernes 3, que es lo que nos interesa.

El beneficio neto atribuido ha sido de 120,6 millones de euros (M€), ex TSB de 317,7M€, mientras que el obtenido en junio de 2017 fue de 450,6M€ y 385,3M€ respectivamente, en términos porcentuales -73,2% y -17,5%. Es decir, tremenda bofetada, sean cuales sean los motivos, pero para mí el primero y principal las terribles “digestiones” de las absorciones de entidades en dificultades que tendrían que haber sido liquidadas pero, que en aras de salvar no sé qué prestigio del sistema financiero patrio o intentando un crecimiento fácil, la entidad se prestó al juego propuesto por los diferentes gobiernos.

Otro el precio que está pagando por la internacionalización con la compra del TSB y que al final puede no servirle para su propósito inicial debido al brexit, tener un banco de acceso al BCE en caso de que el “procés” hubiera conseguido su propósito secesionista.

​Y ya es hora de decirlo: la adquisición del británico TSB se ha convertido en un dolor de muelas

Por mucho que hoy se empeñen en poner como excusa de los resultados los saneamientos de los que después hablaremos, el margen de intereses ha descendido un 6,5%, los resultados de las operaciones financieras un 56,1% y las comisiones tan solo crecen un 5,6%. Así el margen bruto ha cerrado en 2.631M€ que es un 13,6% inferior a 2017 (ex TSB -11,1%).

Los gastos crecen un 15,9% debido a los problemas de post migración del TSB y el margen neto antes de dotaciones queda en 975,1M€, 492,6M€ menos que en 2017 (-33,6%). Las dotaciones tan solo han sido 44,6M€ inferiores a las registradas en junio de 2017, por lo que se me antoja que los -177,1M€ de provisiones por las ventas institucionales que después hare referencia no contemplan la totalidad de ellas o los activos vendidos estaban ya clasificados como activos en suspenso regularizados (fuera de balance), de todas formas el próximo trimestre lo veremos pero lo que realmente importa hoy es que el resultado antes de impuestos es de tan solo 172,9M€ un 72,6% menos

El ratio de morosidad ha pasado del 5,49% (6,95 ex TSB) del pasado ejercicio al 4,71% (5,77% ex TSB) actual con una cobertura de dudosos del 57,2%, con una cobertura del 57%.

La gestión de la liquidez LTD ratio se ha situado en el 103,7% similar a la registrada en 2017. La gestión de capital registra un 11,9% CET Phase in mientras que en 2017 era del 12,7%, esto es debido al impacto de las ultimas ventas de los activos problemáticos, mientras que el ratio CET1 se sitúa en un 13,4%. El patrimonio neto de la entidad es de 12.070M€ que suponen 1.003M€ menos que en igual fecha del pasado ejercicio.

Las ventas a las que me he venido refiriendo a lo largo de mi análisis son tres lotes, una cartera de impagados de 2.295M€ de saldo vivo vendida a Deutsche Bank y Carvajal Investors, con activos a promotores y PYMES con garantías hipotecarias y otros dos en julio por 9.100M€ con una quita del 57% a Cerberus sociedad participada por el Sabadell en un 20%.

Un último comentario, con la deriva que lleva el Sabadell en los últimos meses, como baja la cotización en bolsa y las pocas perspectivas de mejora, la familia Lara debe estar “contentísima”, después de tener que venderse el edificio corporativo, les veo vendiéndose la camisa para poder cubrir las pérdidas de su participación en el Banco de Oliú.