Sr. Director:

Las palabras de Benedicto XVI en el Parlamento inglés a propósito del actuar en conciencia de Tomas Moro, que le costó la vida, mantienen su actualidad.

Todas las personas reaccionan cuando la corrupción inunda el ámbito de los servicios sociales, y de manera particular, cuando se hace muy patente en las tareas políticas, y en otras actividades públicas que afectan a la vida social.

Esta reacción es una buena señal de que la preocupación ética, moral, sigue palpitante en su corazón y en su cabeza. Es la buena conciencia de los ciudadanos que esperan que los políticos se ocupen del “bien común”, y no de sus propios intereses ni de imponer sus “ideologías”.

Todo intento de introducir una cierta “ética” en la vida política y social, sin contar con la religión, ha fracasado rotundamente.  Baste considerar que llegar a un consenso sobre ética sin saber “qué es el hombre y el sentido de la vida”, es imposible. Cada uno piensa una cosa diferente y acabamos en un individualismo radical: el final del camino de ese individualismo ya lo estamos viendo: imposición del aborto, de la ideología de género, de la eutanasia.