Sr. Director:

Desearía rendir homenaje a notables economistas, como Colin Clark o Alfred Sauvy, quienes dieron la batalla intelectual contra el mito maltusiano del crecimiento cero impulsado en los sesenta por el Club de Roma. Pocos creyeron en ellos, ahogados por la espectacular propaganda que creó la gran amenaza de la explosión demográfica: un planeta, incapaz de alimentar a sus habitantes en un futuro cada vez más próximo. Clark y Sauvy creían en el ser humano y en su capacidad de resolver cuestiones, más aún cuando la población no era un problema, sino la solución. La antigua crisis derivaría de la caída de la natalidad, con el envejecimiento de la población: un fenómeno entonces incipiente en algún país desarrollado, como Alemania, convertido hoy en un desastre mundial. Basten algunas muestras.

El caso más paradójico quizá se ha producido en la China, donde el todopoderoso partido comunista controla casi todo, mientras trata de que la economía no quede anquilosada abriéndola al mercado. Muchas críticas recibió la dictatorial política del hijo único, establecida en su día para limitar drásticamente el crecimiento de la población. El problema actual deriva del efecto configurador de las mentalidades derivado de la legislación: así, ahora, cuando Pekín toma conciencia del efecto demoledor del envejecimiento demográfico, la sociedad se ha acostumbrado a tener un solo hijo e, incluso, a no tener ninguno. Están por ver los efectos sociales que se producirán con el cambio de política. No sabemos cómo dejará la pandemia este país pero la falta de jóvenes no facilitará la salida.