Durante 2018, se vendieron en España 218.000 viviendas. Por cada cinco ventas, cuatro eran de segunda mano y una nueva, un 13% más que el año anterior.

Lo dicen los registradores, según los cuales no existe peligro de burbuja inmobiliaria. Y en parte tienen razón: piden que se agilice la construcción de viviendas.

Ahora bien, el precio sigue subiendo, tanto en venta como en alquiler, y eso supone que los jóvenes, con salarios bajos y precio creciente, no pueden formar una familia o se endeudan para los restos, en detrimento de la paternidad.

A lo mejor no hay burbuja pero si emanación de gases tóxicos.