Decíamos ayer que la confusión crece en el orbe católico sobre si los arrejuntados pueden comulgar. No, no pueden, pero ¡jo!, lo que cuesta aclarar las cosas. Fíjense si la confusión ha llegado lejos que el buen cronista de nuestra querida TV pública para el viaje a Colombia del Papa nos ha explicado que hay muchos clérigos distanciados del Papa Francisco porque ha tendido la mano a los adúlteros. Que no, príncipe que no. La Iglesia siempre ha tendido la mano a los adúlteros, con Francisco, con Benedicto, con Juan Pablo II y con León XIII. Les ha tendido la mano a ellos y a ellas, porque el adulterio es confraternizar exceso con la vecina y ponerle los cuernos a la propia y eso, camarada RTVE, nada tiene que ver con Amoris Laetitia. Claro que el adúltero puede comulgar: sólo tiene que confesarse antes. El problema suscitado por el malhadado Sínodo de la Familia es si pueden comulgar el divorciado y vuelto a casar o simplemente el arrejuntado, porque eso no es un pecado, es una condición. ¿Comprendes? Ningún clérigo se ha distanciado de Francisco porque haya tendido la mano al adúltero, como  no se distanciará porque Francisco le tienda la mano a todos los pecadores del universo. La condición asumida es otra cosa. Si lo quieres, el adultero pecó, el divorciado y vuelto a casar está pecando. ¡Bienvenidos seáis adúlteros (y adúlteras) míos (y mías)! Sin pasarse muchachos. Hispanidad redaccion@hispanidad.com