A Bankia no le queda otra que malvender su patrimonio inmobiliario por una razón simple como una escoba: Goirigolzarri (en la imagen) sufre unas presiones que no tienen otras entidades. En primer lugar, de Bruselas, con la que se pactaron los planes para salvar la antigua caja. A eso se unen, en segundo término, las prisas del propio Goiri para sanear el banco lo antes posible y devolver las ayudas públicas (se ha deshecho, por el sino, de sus participaciones industriales). Son para Bankia dos grandes desventajas, inevitables, que no tienen otros bancos, que, al fin y al cabo, venden sus inmuebles cuando les da la gana, perdiendo, a ser posible, lo mínimo. A Bankia no le queda otra que apuntarse al carro de la venta de paquetes de activos inmobiliarios o acudir peligrosas titulizaciones (colocar en los mercados los activos enlatándolos en bonos que cotizan, a lo cual siempre sigue un problema: crear burbujas como el de las subprime, de triste recuerdo). Es caso es que Bankia malvende. A la fuerza, porque no le queda otra, pero lo malvende. De ahí que haya acelerado la venta de un paquete de 45.000 activos inmobiliarios con un valor bruto total de unos 4.800 millones de euros, como ha informado este miércoles Expansión. Y lo peor: que caigan en fondos de inversión depredadores como Blackstone, Lone Star, Apollo o Cerberus. Hispanidad redaccion@hispanidad.com